Por Urbana Luna
Me dices “te amo” pero no me transformo en princesa, prueba inequívoca de que tu discurso es tan falso como un anuncio de El Corte Inglés.
Repites “te amo” mientras tomamos el aperitivo en la barra de un bar. Pero tus palabras me resbalan, se van escurriendo hasta caer al suelo junto a un montón de cáscaras de gamba, huesos de aceituna y servilletas de papel arrugado, prueba inequívoca de que son palabras - desperdicio.
Pronuncias “te amo” y las sílabas se pierden entre el ruido de las conversaciones. Yo, muy didáctica, te hago notar que “te amo” no se pronuncia con la boca, sino con la mirada, con las manos, con los poros de la piel y a veces con el silencio. A ti el comentario te cae mal, me respondes que soy un rollo de tía y rompemos allí mismo. Muy digna, me doy la vuelta, pero antes de marchar dedico una mirada a esas dos palabras huecas que cayeron al suelo, prueba inequívoca de que algo mío se queda con ellas.
“Te amo - cigarros de importación”, proclama el cartel de una tienda de chinos. Sin dudarlo, le pido al vendedor una caja de ese tabaco, prueba inequívoca de que todavía no te he olvidado. ************************************