Como ya he comentado otras veces, cada vez que me sale al paso una palabra que no conozco me invade el entusiasmo, aunque la palabra en cuestión no halle hueco fácilmente en mis conversaciones cotidianas.
El entusiasmo por el hallazgo es aun mayor si ademásla palabra me gusta en sí misma, es decir, por su sonido;y más aún sidespués descubro que tiene un significado que me resulta grato por la razón que sea.
Por suerte para mí, encuentro con frecuencia muchas palabras que tienen esas cualidades. Es decir, que además de ser ventanas nuevas que se abren a nuevas partes del mundo, son como esos pequeños objetos que nos gusta coleccionar aunque no los usemos nunca, salvo para darnos el gusto de contemplarlos, que no es poco.
Una de las palabras que he añadido últimamente a mi colección es «facecia», que me resulta muy graciosa; y además la cosa tiene su gracia, porque significa precisamente «chiste» o «cuento gracioso», y deriva del latín facetia, que no es otra cosa que eso mismo: gracia, broma, agudeza.
El diccionario señala que es palabra en desuso, pero yo estoy deseando que alguien me cuente alguna facecia.
Otra de esas palabras que conocí no hace mucho y que me llamó la atención es «estafermo».Ésta suena bastante menos graciosa que la anterior, pero también tiene su chispa. Proviene del italiano sta' fermo que significa «quédate quieto», y denomina a esa especie de monigote, con forma más o menos humana, que se usaba en los juegos y entrenamientos medievales.
Por eso, ingeniosamente, en el lenguaje cotidiano se utiliza para referirse a una persona que está como alelada, ida o embobada. Y estarán ustedes de acuerdo conmigo en que es mucho más elegante decirle a alguien que parece un estafermo que llamarlo pasmarote.
La última palabra de hoy también tiene una sonoridad casi jocosa, aunque no es ninguna facecia. Se trata de «melopeya». La melopeya, según indica el diccionario, es el «arte de producir melodías», ya ven qué cosa tan bonita, y también se denomina así a una entonación monótona con que se acompaña un recitado.
Seguramente a ustedes, como a mí, se les ha venido a la cabeza esa otra palabra tan parecida que es «melopea», y que asociamos con el consumo de ciertas dosis de bebidas alcohólicas. Lo curioso es que al buscar «melopea», el diccionario nos remite en primer lugar a «melopeya», es decir, que se trata de otra forma para el mismo concepto. Aunque además de este significado, melopea tiene, claro está, esa acepción coloquial de «embriaguez»
Y de forma inesperada, entre los eslabones de esta cadena me encontré con un sinónimo de ese recitado monótono que es la melopea; se trata de «canturía», otra palabra que me ha parecido bastante garbosa.
Nuevamente, cuánto más fino será rogarle a alguien que ponga fin a su canturía que decirle simplemente que se deje de monsergas.
Yo, por si acaso, termino aquí.