Revista Libros
Fernando del Paso. Palinuro de México.Fondo de Cultura Económica. Madrid, 2015.
“Palinuro de México es una obra maestra. Por eso su vigencia es cada vez más evidente. Hoy, cuando la medicina engloba la vida entera, este libro de imaginación desbordante, de figuración grotesca y extravagante, nos hace reflexionar sobre nuestra corporeidad y el papel de la medicina. Imposible resumir en este breve espacio el torrente de ideas, imágenes y tropos que bullen en esta mirífica obra. Pero quien emprenda su lectura se sorprenderá al encontrar, cuando menos lo espere, en medio de larguísimos párrafos barrocos que parecerían bufonería pura, la súbita revelación de un aspecto de la realidad que se reconoce por verdadero y que incita a la reflexión. Es decir, encontrará, entre el destello de agudeza y la facecia centelleante, la observación profunda, marca inconfundible del genio”, escribe Francisco González Crussí en el prólogo -“Palinuro de México, o La desmesura”- que abre la edición en el Fondo de Cultura Económica de la mejor novela de Fernando del Paso.
Eso es Palinuro de México, una obra maestra descomunal y desbordante que apareció en 1977 y no ha dejado de crecer desde entonces, una novela torrencial que se renueva en cada lectura y una novela imprescindible, a la altura de Rayuela o de Paradiso, para quien quiera conocer la potencia del idioma.
El nombre del protagonista evoca el del piloto de la nave que conducía a Eneas por el Mediterráneo después de la destrucción de Troya. No es una casualidad: esta novela es también la narración de un viaje metafórico de Palinuro, estudiante de Medicina y de Estefanía, su prima enfermera con la que mantiene una intensa relación de amor incestuoso.
Hay en la figura de Palinuro un fondo autobiográfico reconocido por el propio Fernando del Paso, que también estudió Medicina y que ha explicado que su protagonista refleja “el personaje que fui y quise ser y el que los demás creían que era y también el que nunca pude ser aunque quise serlo.”
Y hay también un trasfondo histórico real: la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas de México en 1968 en la que morirá el protagonista.
Pero la leve trama apenas importa en esta novela. Lo que importa aquí es la escritura desatada en libertad, una escritura capaz de crear su universo propio y autónomo con la ambición artística de su prosa potente.
En la polifonía de esta obra sorprendente se conjugan la exploración corporal y la lingüística, la fisiología y el lenguaje, las artes plásticas y la medicina. Y con la densidad morosa de sus páginas el lector se interna en los laberintos de la imaginación, disfruta de su exuberancia verbal y participa como invitado en la gozosa celebración del lenguaje que hay en cada párrafo.
En la libertad transgresora de Palinuro de México conviven la parodia y la denuncia, la anatomía y la historia, la fiesta y el recuento enciclopédico, el erotismo desatado, el amor y la muerte.
Lúdica y filosófica, rebelde y perturbadora, la novela levanta su propio mundo desde la exploración de las posibilidades del lenguaje y propone un viaje gozoso por la literatura y la inteligencia, por el exceso de la vida y el arte, por la fantasía, la historia y la política, la literatura y el cine, la experimentación verbal y la indagación en la dimensión artística del lenguaje médico.
De la fuerza de su prosa, abrumadora y presente en todas sus páginas, deja constancia este ejemplo, el comienzo del capítulo XI, Viaje de Palinuro por las Agencias de Publicidad y otras Islas Imaginarias:
Serían aproximadamente las tres en punto de una tarde gris y desalmada, cuando Palinuro, cansado de una juventud perdida en barrios de dulcerías rancias que colorean los cafés con petulancias geográficas; harto de las cagarrutas de todos los pájaros del Jardín de San Fernando que se olvidaban de largarse al Sur; triste, además, porque ya había pasado el tiempo en que por cada surco de la vida corre un rastro de savia que se armoniza con los buenos y los malos pensamientos; crecido, por otra parte, lo suficiente como para saber que no es fácil cambiar el color de una avenida o las insignias gramaticales de su propia historia. O en otras palabras: cansado, harto, triste y crecido, pensó en despedirse por segunda y última vez de su primera infancia, y por la primera y también la última vez de su segunda adolescencia, y largarse a viajar por la vida, sin pinceles que chupar, ni huesos femorales que memorizar, sin diademas de axiomas y cartílagos humeantes que destazar. Y ASÍ COMO LEMUEL GULLIVER se lanzó a la aventura para conocer las islas fabulosas de Liliput y Laputa, los Struldbruggs inmortales y los nobles houyhnhnms. Y así como el príncipe Astolfo de Inglaterra voló a la luna en el carro de fuego del profeta Elías en busca de la medicina para la razón perdida de Orlando el Furioso. Y así como Maeldúin visitó la isla de la muralla de fuego giratoria y el país bajo las olas, y así, por último, como Snedgus visitó la isla de los guerreros con cabeza de gato y la isla donde llueve sangre de pájaros, así también Palinuro, que por toda fortuna tenía sus veinte años ambulantes y un clavel en la solapa del saco, se decidió por fin a decirle adiós a sus recuerdos: adiós a las flores asmáticas que desprendían deseos y solsticios para la tía Luisa; adiós al papel crepé de la tumba de los ratones blancos; adiós a las patas de los anteojos del abuelo Francisco, que quedaron zambas de tanto cabalgar en su nariz. ¡Adiós! y a visitar las Agencias de Publicidad y otras Islas Imaginarias.
Santos Domínguez