En la previa, el clásico de Manchester se perfilaba para ser el partido del año. Bien lejos quedaron esas temporadas donde el City supo ser un equipo más, de esos que penan por la zona media de la tabla de posiciones. Ahora, gracias a su gran capacidad desde lo económico, el más chico de la ciudad es toda una potencia. Todo esto convertía por primera vez en mucho tiempo a los citizens en un rival de peligro para el United, que como de costumbre llegaba al clásico peleando bien arriba.
Lejos de aprovechar el enorme potencial que tienen ambos equipos de mitad de cancha para adelante, el trámite comenzó con el andar común que suelen tener los clásicos, es decir: nervios, imprecisiones, mucho juego en mitad de cancha y poca acción en las áreas. Si bien los de Ferguson intentaron tomar la iniciativa, en ningún momento lograron incomodar a la impecable defensa visitante ni mucho menos a Joe Hart, que por momentos se convirtió en un espectador de lujo de la exhibición de solidez que mostraron Kompany, Lescott, Richards y Clichy. De esta manera, al United le costó horrores crear ocasiones y sufrió, como suele pasar, de una extrema Rooney-Dependencia.
Saliendo de la tarea defensiva, al City le costó bastante generar ocasiones en los primeros minutos. Con un Agüero aislado entre los centrales del conjunto local y un Balotelli hasta ese entonces perdido, todo se reducía a los intentos de la exquisita dupla que forman Silva y Yaya Touré, pero una sóla chance le iba a alcanzar para lograr la diferencia. Gran jugada del Chino Silva, habilitación de Milner y enorme definición de Balotelli. Respetando su conocida condición de showman, el ex Inter no lo gritó y mostró una remera que rezaba “Why Always me?” (¿Por qué siempre yo?).
Eso fue todo lo que pasó en la primera parte. Porque si bien pudo sacar la deseada ventaja, el City también supo mostrar una clara dependencia de un jugador en particular. Pero así como los de rojo sufrieron esa situación por la pobre actuación de Rooney, los ciudadanos disfrutaron más que nunca de ser dependientes del brillante David Silva. El Canario tuvo la actuación necesaria para consagrarse como uno de los mejores jugadores del mundo. Manejó los tiempos de su equipo, se cansó de generar situaciones de gol y a pesar de que los flashes en un inicio se fueron con el particular Balotelli, el español terminó siendo amo y señor del partido.
La temprana expulsión de Evans en el segundo tiempo terminó con cualquier chance de remontada para el United. Entre el hombre de menos y la desesperación por empatar que tenían los diablos rojos, empezaron a aparecer los espacios que tanto le faltaron a los de Mancini en la primer parte. Y con interpretes como los ya mencionados Agüero, Silva o Balotelli, la mesa estaba servida para un resultado histórico y atípico.
Y así fue. Uno tras otro empezaron a caer los goles del conjunto celeste para propinarle a Ferguson y a su equipo la peor derrota de toda su historia. El descuento de Fletcher para poner el partido 1-3 cuando aún faltaban 10 minutos debe haber ilusionado a más de uno, pero el City se volvió a encender en los minutos finales y en una ráfaga asesina marcó 3 veces más para cerrar el 1-6 final.
Sin quitarle meritos al implacable ganador y a sus grandes figuras, queda la certeza de que lo que realmente inició la goleada fue la expulsión de Evans, un jóven que deberá cargar toda su vida con la responsabilidad de ser el hombre que le generó al equipo más grande de Inglaterra la peor caída en su rica historia. Mientras, en la actualidad, el City disfruta de su mejor momento en décadas. Respira Mancini.