Cincuenta años después, Clarence, su sobrina, descubre un fragmento de una carta olvidada y media fotografía que la llevan a perseguir un misterio familiar hasta la actual Bioko.Luz sabe muy bien de lo que nos habla, porque, aunque la historia de amor y los personajes son ficción, los hechos que cuenta son reales, ya que su propia familia emigró a Fernando Poo. Debe ser difícil adaptar el libro a la gran pantalla, pero así lo ha hecho Fernando González Molina en un intento loable de darnos una película exótica y colonial que no abunda en el cine español. La fotografía y la ambientación son impecables, empezando por el corredor de palmeras que lleva a la finca Sampaka donde trabajan Kilian, su hermano y su padre y terminando por las localizaciones.Sin embargo, la película también tiene sus puntos flacos. Mario Casas no está en su mejor registro y, pese a sus casi tres horas de duración, la cinta se queda corta ya que cercena muchos personajes, historias y detalles imprescindibles para la trama, dejando a los espectadores que no han leído el libro sin parte de la historia y a los que sí lo hemos leído pensando en que hubiese quedado mejor en serie. Todos tenemos en la mente la manufactura perfecta, el lujo y la ambientación de El tiempo entre costuras y echamos de menos algo así para una obra como Palmeras en la nieve.
