Es curioso como, al final, es de noche, los minutos pasan y los días de mañana ya son los de antes de ayer.
Es curioso que, por mucho que a veces desee cerrar los ojos y no mirar atrás, es imposible. Soy el ayer, el presente aún se lo está pensando y, definitivamente, no soy el futuro. Soy lo que fui y seré lo que quiero ser, es decir, un quizás. Y con esta comedura de cabeza podré pasarme días y días sin disfrutar ni del pasado ni del presente ni, mucho menos, del futuro. Y así soy yo, qué te voy a contar…
Porque, al fin y al cabo, nos recordarán por lo que fuimos, no por lo que seremos. Nos soñarán por los besos que dimos y las palabras que dijimos, por los abrazos que disfrutamos y por las películas que no nos gustaron. Por los viajes, las andanzas y los consejos que vivimos. Por lo que quisimos, amamos y, ¿por qué no?, morimos.
Nadie me recordará por las lágrimas que no derramé o por los chistes que no conté, por los capítulos que se me quedaron en la carpeta de descargas o los libros con los separadores a medio colocar.
Por eso, tras este largo día, escribo al pasado. Escribo a aquello por lo que soltamos carcajadas juntos y por los apretones de manos que nos unieron. Por los encantada de conocerte, a ver si nos vemos pronto y por los a ver si quedamos que tengo ganas de verte.
Por las canciones que gritamos juntos y por las sentencias de vida con las que siempre me rodeaste.
Dulces sueños, en mi corazón los tendrás. Ahí va este cuento que tanto tarareamos: por el pasado, por nosotros.