Clásicos eran los de antes. San Lorenzo y River entregaron poco y nada e igualaron sin goles en el Nuevo Gasómetro. Fieles representantes del lugar que ocupan en la tabla de posiciones, ambos equipos fueron incapaces de imponer, siquiera, una leve supremacía sobre el rival.
Faltaron ideas y escasearon las situaciones. Conclusión: 90 minutos de fútbol plano y absolutamente mediocre, fielmente emparentado a la realidad de un fútbol argentino que transita sin rumbo.
San Lorenzo insinuó más en un comienzo. El cuadro de Ramón Díaz presionó bien arriba y obstaculizó a Almeyda, salida limpia de un River que casi no dispuso del balón. Lo tuvo San Lorenzo. No obstante, al local le faltó traducir posesión en peligro y exceptuando la acción en la que G. Pereyra estrelló su bolea en el poste, solo llevo peligro con remates de larga distancia.
A River, le costó aun más. Inconstante Lamela y sumamente impreciso Ortega, el “Millo” casi ni hilvano acciones de riesgo. Su única ocasión clara, de hecho, fue mas producto de la casualidad que de la causalidad –Ferrero recogió un rebote suelto en el área y a corta distancia ajustició a un Migliore que respondió con acierto y desvió el remate-.
Nada cambió en el segundo tiempo. River esbozó una leve mejoría en el inicio –R. Pereyra desbordo un par de veces pero no culminó dichas jugadas como debía-, pero no fue capaz de prolongarla.
San Lorenzo, con Rovira bastante activo por la banda derecha, tuvo el gol en dos ocasiones. A los 7 minutos lo perdió Menseguez y a los 18 Torres. Arano probó suerte muchísimos minutos después, a los 31 y tras recibir la asistencia del ingresado Lanzini. Fue esta, la última jugada rescatable de un encuentro que conforme al paso del tiempo, fue sumiéndose más y más en la intrascendencia absoluta.
Para River, la victoria ante Boca en el Superclásico fue solo un sorbo de agua en medio del desierto.
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