Para poner nombre a las emociones hay que saber compartirlas
mar2013 28
posted by Zulema de Mamá es bloguera on Aprendiendo con dos enanos
Es algo en lo que llevo tiempo pensando, tratando de hacer memoria y analizar un poco, el por qué soy así y qué puedo hacer para que a mis hijos no les pase lo mismo. Y después de analizar bastante creo entender el motivo y me doy cuenta de que ya hace tiempo trabajo con mis hijos para que no les suceda. No les ridiculizo en sus emociones y les ayudo a ponerle nombre cuando ellos no lo hacen o no saben cómo hacerlo.
Cuando era pequeña yo siempre fui la quejica, la llorona, la mimosa y consentida (aunque en esto último sí había gran parte de verdad). Y hoy me doy cuenta de que mi entorno, a pesar de no hacerlo con mala intención o con intención alguna, no era lo receptivo que se necesitaba. Supongo que frases como “es que está todo el día llorando sin motivo” consiguieron a lo largo del tiempo que yo dejara de mostrar mis emociones y quedaran en una caja cerrada a la que sólo yo tenia acceso, hice inaccesible esa parte de mí para no tener que escuchar esas típicas frases en momentos en los que yo realmente no me encontraba bien.
Y hoy en día mantengo esa caja, aunque cada día está un poquito más abierta y más personas tienen acceso a ellas. Es curioso que se ridiculice a un niño y se minimicen sus sentimientos pero sin embargo cuando un adulto expresa lo mismo se le respeta. Creo que fue ese pequeño cambio el que poco a poco me ayudó a ir abriéndola, el ver que en algunos momentos yo explotaba pero no obtenía frases sin sentido, sino que me sentía escuchada y respetada. ¡Qué fácil sería hacer lo mismo con los pequeños y no convertirlos en personas cerradas!
Y en ese punto estoy desde hace tiempo y pienso seguir. Escuchando, guiando y ayudándoles a darle un nombre a lo que sienten cuando ellos no saben hacerlo. Con el pequeño es muy fácil, con la mayor es algo más complicado, pero aunque decida no responder en ese momento porque no quiere compartirlo, sé que me escucha y piensa. No le insisto demasiado porque ése es su espacio y sólo ella debe decidir cuándo se puede pasar, pero sé que escuchar en palabras que entiendes que está enfadada, o triste… que lo comprendes como también comprendes que en ese momento no quiere compartirlo pero que estarás ahí para cuando quiera hacerlo, ayuda mucho. Ayuda tanto que termina abriéndose a ti y contándotelo, y es ahí cuando los escuchas, cuando tú también comprendes la inmensidad de la niñez y lo que supone para ellos algo que nosotros podemos considerar una chorrada. Pero tenemos que estar dispuestos y receptivos para entenderlos y poder ayudarlos.
Para mí todo esto ha sido un ejercicio y un esfuerzo enorme. Todo un reto de superación en mi forma de ser, en mi carácter. Si yo siguiese siendo una persona totalmente inaccesible emocionalmente no podría ayudarles, porque para que un niño comprenda que esas emociones son normales y que todos las tenemos también necesitan verlas y escucharlas. Mostrar nuestras emociones y sentimientos, aunque en ése momento no sean positivos, sí están aportando algo grande a la relación con nuestros hijos, no se deben ocultar para que ellos no estén tristes o no se sientan mal por nosotros. La raíz la tenemos ahí, en mostrarnos tal como somos para que ellos comprendan la normalidad y la grandeza del interior de una persona, para que no sientan miedo o que no es algo normal cuando ellos experimenten las mismas emociones, y por tanto que no vean la necesidad de esconderlas.