Todos somos soñadores; no sabemos quiénes somos.
Alguna máquina nos hizo; máquina del mundo, la
familia opresora.
Más tarde, regreso al mundo, pulidos por látigos suaves.
Soñamos; no recordamos.
Máquina de la familia; pelaje oscuro, bosques del
cuerpo de la madre.
Máquina de la madre: blanca ciudad en su interior.
Y antes de eso: tierra y agua.
Musgo entre rocas, apenas hojas y hierba.
Y antes, células en una gran oscuridad.
Y antes de eso, el mundo velado.
Por eso naciste: para silenciarme.
Células de mi madre y mi padre, os toca
ser el eje: la obra maestra.
Improvisé; nunca recordé.
Te toca ser encauzado;
eres quien pide saber:
¿Por qué sufro? ¿Por qué soy ignorante?
Células en una gran oscuridad. Alguna máquina nos hizo;
te toca acercarte, volver a preguntarle:
¿para qué existo? ¿para qué existo?
Louise Glück, poema “Madre e hijo”, en The Seven Ages
(trad: Stalker)