¿Para que sirven las distintas emociones?

Durante los siguientes post nos vamos a centrar en tratar un tema que es muy común y oímos hablar mucho sobre él, sobre todo últimamente: las emociones. Qué son, para qué sirven, cómo las podemos gestionar, cómo sería positivo que las expresáramos…hemos oído y leído mucha información sobre todo este mundo. Seguramente esta información será veraz, pero tenemos que tener cuidado con algunos de los consejos que se nos dan o se manejan en determinados ámbitos.

Las emociones son afectos intensos de corta duración, que surgen bruscamente cuando una persona vive o ha vivido una experiencia agradable o desagradable. Habitualmente se acompaña de cambios importantes en la expresión facial (llanto, risa, rigidez de la mandíbula, ceño fruncido, etc.) corporal (aumento del ritmo cardiaco, sudoración, palidez, etc.) y cambios a nivel cognitivo-subjetivo (nuestra propia sensación, los pensamientos asociados, las atribuciones…)

Todos nacemos con el potencial o la preparación biológica necesaria para experimentar las emociones básicas. El resto de las emociones son aprendidas y, habitualmente, fruto de la combinación de éstas, y se aprenden por experiencia directa, o por observación de un modelo o de un suceso…

Las funciones de las emociones es algo que en ocasiones nos cuesta ver. Cuando se verbaliza de cara a algún paciente es posible que rebata algunas de estas funciones, sobre todo por qué no entienden el beneficio de las mismas. Las emociones, en términos generales, nos preparan para la acción, nos dan información importante acerca de lo que está ocurriendo en una determinada situación, nos motivan, sirven para comunicarse con los demás y son fundamentalmente adaptativas.

Estas reacciones son experimentadas por todos los seres humanos en múltiples situaciones, son bastante independientes de la cultura, preparan al individuo para dar una respuesta adecuada a las demandas de la situación, etc. Por todo ello, se consideran adaptativas para el individuo. Sin embargo, en ocasiones encontramos que algunas de estas reacciones pueden ser patológicas en algunos individuos, en algunas situaciones, debido a un desajuste en la frecuencia, intensidad, adecuación al contexto, etc. Cuando tal desajuste acontece y se mantiene un cierto tiempo, puede sobrevenir también un trastorno de la salud, tanto de la salud mental (trastorno de ansiedad, depresión mayor…) como de la salud física.

De ese modo, las reacciones de ansiedad, de tristeza, depresión y de ira que alcanzan niveles demasiado intensos, o frecuentes, cuando se mantienen en el tiempo, tienden a producir cambios en la conducta, de manera que se olvidan los hábitos saludables (ejercicio físico, etc.) y se desarrollan conductas adictivas (tabaquismo, dependencia de tranquilizantes, abuso de alcohol, etc.), o que ponen en peligro nuestra salud.

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