Revista Opinión

Para qué vivir

Por Javier Martínez Gracia @JaviMgracia
PARA QUÉ VIVIR

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    Dostoievski vivió entre 1821 y 1881. En 1849 fue condenado, por conspirar contra el zar Nicolás I a 4 años de trabajos forzosos en Siberia. Sus experiencias allí las relató en un libro: “Memorias de la casa muerta”. En él lleva a cabo la siguiente reflexión: 

   “El muchik(1) trabaja, seguramente, más que el (trabajador) forzado, pues no tiene descanso de día ni de noche, en verano ni en invierno; pero trabaja por su propio interés y, por consiguiente, sufre menos que el presidiario, el cual realiza un trabajo del que no ha de sacar ningún provecho.

    “Un día se me ocurrió la idea de que si se quería aniquilar a un hombre, castigarlo atrozmente y hacer que el asesino más empedernido retrocediese aterrado ante semejante tortura, bastaría dar al trabajo de este hombre un carácter de inutilidad perfecta, llevarlo, si se quiere, a realizar lo absurdo.

    “Los trabajos forzosos, tal como están hoy organiza-dos, no ofrecen ningún interés a los condenados, pero tienen su razón de ser: el presidiario hace ladrillos, cava la tierra, blanquea, construye, y todas estas ocupaciones tienen significación y objeto. A veces, se encariña con la obra que realiza y pone en ella mayor destreza y hasta trabaja con verdadera fruición. Pero si se le condena, por ejemplo, a transvasar agua de una tinaja a otra y viceversa, o a transportar espuertas de tierra de un lugar a otro para volver luego a trasladarla al sitio mismo de donde la tomó, estoy persuadido de que se ahorcaría o cometería mil crímenes, prefiriendo la pena de muerte a tal envilecimiento, a tortura tanta”[2].

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    “El hombre tiende genuinamente –y donde ya no, al menos tendía originariamente– a descubrir un sentido en su vida y a llenarlo de contenido” (Viktor E. Frankl[3]).

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     “En todo momento el ser humano apunta, por encima de sí mismo, hacia algo o hacia un sentido que hay que cumplir, o hacia otro ser humano, a cuyo encuentro vamos con amor. En el servicio a una causa o en el amor a una persona, se realiza el hombre a sí mismo” (Viktor E. Frankl[4]).



(0) PORTADA: 0A-Ortega y Gasset: “El Espectador”, Vol. VII, O. C. Tº 2, p. 611.

                             0B-Ortega y Gasset: “Ideas sobre Pío Baroja”, “El Espectador”, Vol I, O. C. Tº 2, p. 81.

[1] Nombre que se les daba a los antiguos campesinos rusos.

[2]Fiodor Dostoievski: “Memorias de la casa muerta” - http://www.librodot.com – p. 14.

[3] Viktor E. Frankl: “Ante el vacío existencial. Hacia una humanización de la psicoterapia”, Barcelona, Herder, 1980, p. 13.

[4] Viktor E. Frankl: “Ante el vacío existencial. Hacia una humanización de la psicoterapia”, Barcelona, Herder, 1980, p. 17.


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