Por la paciencia en mis estudios, por las tardes infinitas delante de los libros, por hacer de árbitro en las peleas con mi hermano, por venir orgulloso a mis entregas de diplomas, por apoyarme en todas y cada una de mis locuras empresariales y laborales. Por reirte conmigo hasta llorar a lágrima viva. Por las pelis de Tarantino, los discos de Bob Marley y la pasión a la comida. Por esa segunda lengua que me ha abierto infinitas puertas al otro lado de los Pirineos. Por hacer de madre y padre cuando estabas solo con nosotros. Por querernos tanto a mamá, a A y a mi.
Por que eres genial. Te quiero, todos y cada uno de los días del año.
Pitu. (Hoy dejo de ser Blackie, para mi padre, ese nombre no es el de su hija)