Al tercer día no ha resucitado y sigue el misterio. Es tan escurridizo y enigmático Rajoy que es difícil criticarlo. “¡Pero si yo no he hecho nada!”, podría excusarse, y tendría toda la razón. Tres días después del batacazo electoral del PSOE, el presidente electo está rompiendo su gran promesa y revelación electoral, que no era otra que gobernar como Dios manda y hacer lo que hay que hacer. La parábola parabólica de los talentos, todo un decálogo para emprendedores, seguramente fue el inicio del negocio bancario. Lo que vino después ya fue libre albedrío y el mercantilismo de los talentosos de campar por sus anchas, mientras el resto de mortales nos hemos ido ganando el cielo cada día caminando por el sendero más estrecho y sinuoso. Miles de años después, seguimos en lo mismo. Ya nadie se acuerda de aquello del camello y el ojo de la aguja y una vida eterna en pleno cielo rodeados de parabienes. Esto es el mundo real, aunque a veces no lo parezca un infierno. Pero es que ya no es sólo Dios el que manda: la patronal CEOE no ha tardado en reclamar para los de siempre, la Unión Europea también pide algún paso. Hasta la agencias de rating se muestran más cómodas que nunca en su papel de lobby. Pero Rajoy permanece impasible, sordo y mudo. Hace como que piensa, que valora y así, de forma presuntamente meditada, podrá tomar una decisión final que parezca fruto de la reflexión: recortar. Se avecina la madre de todos los recortes y, de tanta tijera, nos vamos a quedar con lo de en medio, el hueso. Pero, hasta entonces, que parezca una decisión meditada, sólo un accidente necesario…