Revista Opinión
Un único debate televisado, presentado vía twitter como un gran logro democrático cuando es un derecho de los ciudadanos. Este tipo de aspectos deberían estar a la orden del día en una sociedad que aspira a una democracia sana y con vitalidad participativa. Como prueba de ello, me remito a los datos, que hasta que no se rompan, siguen siendo la huella dactilar de la democracia: once elecciones generales y tan solo tres debates televisados entre los principales candidatos a La Moncloa. De momento, suspenso.Además, ya partimos de la concepción de que será un debate encorsetado. Nada estará al azar. Ningún elemento externo que pueda poner en situación incómoda e imprevista a alguno de los dos ponentes. Preguntas establecidas y sabidas con antelación, más propias de un guión cinematográfico. El tiempo, que apremia en televisión, estará fijado para que nada se quede en el tintero. Hay muchos temas importantes a tratar. Así que hablarán un poco de todo y mucho de nada. El cascarón no puede romperse y dejar las vergüenzas al descubierto. Porque más allá de un debate, sólo será un “cara a cara” en el que cada uno leerá el discurso que ya traía programado –mejor dicho lo que sus asesores le han aconsejado que diga-. Los llamados partidos grandes, que no es lo mismo que grandes partidos, monopolizarán un espacio informativo que el candidato a la presidencia por IU, Cayo Lara ya ha denominado retóricamente “circo de los recortadores”, en alusión directa a Rajoy y a Rubalcaba. Por otra parte, la televisión pública ha propuesto un debate a cinco para los partidos con grupo parlamentario: PP, PSOE, CIU, PNV e IU-ERC-ICV. Un aspecto curioso porque si lo que pretende abarcar es un mayor espectro del pluralismo político debería organizar un debate con todos los partidos con representación parlamentaria.Por último, parece ser que durante esta campaña electoral el formato electoral ´Tengo una pregunta para usted´ no se va a celebrar. Un formato abierto a la participación y, por tanto, impredecible que bajaba a los políticos a la tierra para preguntarles cuánto cuesta un café. Políticos temerosos de la retórica ciudadana en el momento de mayor activismo político y social. Paradojas democráticas cuando dicen llevar esas propuestas en sus programas electorales.