Tal como prometí-amenacé, hoy traigo un desayuno. No es la receta pesimista y vapuleada por la crisis y la bajeza de los que viven en las alturas y la búsqueda de altura de los de abajo. Es éste un desayuno de lujo, lúdico y lúcido, reflexivo e inteligente elaborado por dos buenos cocineros de casta que enaltecen el oficio. 45 años no es nada, pero es más que suficiente para una plácida digestión.
En esta mañana fría y lluviosa, en que los elementos se han aliado y han ganado la batalla al sol, sobresale una voz por encima de las otras, sin gritos ni aspavientos, como debe ser. Frente a potajes y refritos, edulcorantes, conservantes y salsas para tapar el gusto a podrido, el paraguas de la honestidad, la responsabilidad y el buen hacer con un delicado tratamiento digno de alquimista para algo tan sensible como la información. Paraguas cada día con varillas a base de criterio para que no nos empape esta fina lluvia ni nos sorprenda la tormenta y pillemos una pulmonía, con las defensas bajo mínimos como estamos.