Parálisis facial periférica en los niños

La parálisis facial periférica es un síndrome agudo caracterizado por la debilidad o ausencia de movilidad en los músculos de un lado de la cara a causa de una infección provocada por diferentes tipos de virus que afectan al nervio facial responsable de controlar los movimientos de los músculos. Además de los microorganismos, la parálisis también puede ser provocada por sufrir un golpe en la cabeza, hipertensión arterial, etc.

La incidencia de este síndrome es de aproximadamente 20 casos anuales por cada 100.000 personas, afecta a hombres y mujeres por igual y no es común en los niños menores de 6 años. Hay que decir que afecta especialmente a las mujeres embarazadas, a personas diabéticas o a quienes padecen algún tipo de enfermedad respiratoria, como puede ser la gripe. Hablando de la parálisis facial periférica en los niños, la denominada parálisis de Bell es la más común en la infancia, según los expertos el problema tiene su origen en una infección vírica y en cómo responde el sistema inmunitario del niño, ya que provoca la inflamación o la compresión del nervio facial.
El diagnóstico de la parálisis de Bell se realiza en base al cuadro clínico, se observa asimetría facial como resultado de la incapacidad de poder mover músculos en el lado afectado de la cara, la ceja aparece caída, no es posible arrugar la frente, el ojo se irrita por sequedad o lagrimeo dado que existe dificultad para cerrarlo, la comisura de la boca muestra una desviación causada por la parálisis y hace que sea muy complicado soplar, sonreír, etc. El problema afecta incluso al sentido del gusto que se ve alterado y el paciente tiene problemas para poder saborear los alimentos, se sufre dolor de cabeza, molestias en las mandíbulas, el oído también sufre las consecuencias y los sonidos se escuchan de forma más intensa, algo que molesta al paciente.

Los síntomas de este tipo de parálisis aparecen con rapidez y la parálisis se hace evidente en poco tiempo, esto permite diferenciarla e identificarla rápidamente con respecto a otros problemas o enfermedades. La prueba que confirma esta enfermedad se denomina electromiografía, una técnica para la evaluación y registro de la actividad eléctrica, que además puede determinar la gravedad y alcance de la parálisis por el nervio afectado. Aunque no existe cura para esta enfermedad, lo más importante es eliminar la fuente del daño nervioso, es decir, se trata la infección vírica. Por otro lado hay que decir que en la mayoría de niños la recuperación es total y no deja ninguna secuela.

Otro puestoaspecto a tener en cuenta es que la parálisis de Bell afecta a cada persona de una forma distinta, en algunos casos la parálisis es leve y no requiere tratamiento para la afectación del nervio, los síntomas suelen remitir a las dos semanas, en otros casos es más grave y sí es necesario recurrir a tratamientos terapéuticos o farmacológicos. En el caso de que se aprecien unos primeros síntomas de parálisis es necesario acudir rápidamente al pediatra para que realice una valoración y descarte otras enfermedades importantes que pueden provocar síntomas similares, una vez diagnosticado el problema, el pediatra recomendará el tratamiento a seguir.

En estos casos más graves de parálisis la recuperación puede tardar hasta ocho semanas, pero es completa y sin secuelas. Posiblemente se prescriban fármacos como las lágrimas artificiales para prevenir la irritación del ojo, corticoides en el caso de parálisis más agresivas, un medicamento antiviral, esteroides, etc. Existen otros tipos de parálisis de los que hablaremos posteriormente y que están relacionadas con diferentes tipos de infecciones, algunas habituales en la infancia.

Foto | Dani_vr

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