Además de Masterplan y la versión restaurada de Esperando la carroza, la cartelera porteña también estrena hoy ParaNormaN, largometraje de animación a cargo de Laika Entertainment, la misma responsable de Coraline y la puerta secreta. La historia que Chris Butler escribió solo y dirigió con Sam Fell (algunos espectadores lo recordarán por Lo que el agua se llevó) llega a Buenos Aires en versión 3D y doblada, para desilusión de los adultos expertos en reconocer las voces de actores famosos: en esta ocasión, Casey Affleck, John Goodman, Jeff Garlin, Elaine Stritch y Anna Kendrick entre otros.
Un poco como la hace poco comentada Hotel Transylvania, esta película también invierte roles entre monstruos malos y humanos buenos: esta vez, zombies, fantasmas y brujas conforman la especie reivindicada. Sin embargo, la historia del maltratado Norman es más osada que la de Sony Pictures Animation sobre el conde Drácula y su hijita sobreprotegida.
En pocas palabras el largometraje parte del fenómeno de patoterismo escolar, que ahora nuestros medios denominan “bullying“, para abordar la nada sana costumbre de combatir el miedo a lo desconocido con (a veces despiadada) hostilidad. El desafío que enfrenta el protagonista -una versión para chicos del Cole Sear que Haley Joel Osment encarnó más de una década atrás en Sexto sentido- nos lleva a descubrir o recordar las iniquidades cometidas a lo largo de la Historia en nombre de la “seguridad”, la “moral”, la “religión” y demás sustantivos grandilocuentes cuyo relleno conceptual puede resultar fatal.
En este sentido, cabe celebrar la decisión narrativa de convertir a los zombies en clara representación de esta inconducta social. De hecho, Butler los presenta como prueba de que la caza de brujas dista de ser una práctica acotada a una época remota. Al igual que los muertos vivos, la persecución del otro diferente amenaza con acecharnos siempre, por ciclos (y siglos).
Los espectadores sensibles al cine muy hablado le reprocharán a ParaNormaN la verborragia recurrente en los productos de la industria del entrenimiento infantil. Quizás terminen perdonándole este defecto cuando hacia el final de la proyección descubran un segundo elemento de la mencionada osadía, relacionado con el reconocimiento de la diversidad sexual.