Hasta ahora todavía no he practicado en este blog uno de los pasatiempos favoritos de los naturalistas: buscar casos de convergencia evolutiva, en concreto especies de regiones lejanas que sean similares a alguna especie local, similitud debida a que la evolución ha perfilado a ambas especies del mismo modo, adaptándolas a vivir representando el mismo papel en su comunidad, el mismo nicho ecológico. Bien, nuestros montes son mediterráneos, y el clima mediterráneo, con su vegetación característica, existe también en California, Chile, Sudáfrica y Australia. Dejándonos llevar por el atractivo de lo más lejano, fijémonos en Australia, en los matorrales mediterráneos de su fachada meridional, esa vegetación llamada mallee que encuentra al Sur los confines del océano que bate las costas de la Antártida. Matorrales con plantas de hojas duras, perennes, eucaliptos y melaleucas, arbustos completamente distintos en su linaje al de nuestras carrascas y coscojas, dan cobijo a pájaros que son como primos lejanos de nuestras aves, especies separadas por millones de años de evolución y sin embargo sorprendentemente parecidas, pruebas vivientes de que la evolución produce las mismas soluciones para entornos de idénticas condiciones, aunque estén separados por casi 20.000 kilómetros.
El dibujo representa uno de los pequeños pajarillos del matorral mediterráneo australiano, el llamado mallee emu-wren, o "chochín-emú del mallee" (Stipiturus mallee; pariente de los espectaculares fairy-wren o "chochines-hada"). Un ave diminuta, insectívora, que trajina sin cesar entre las ramas bajas, de pecho vistoso y larguísima y peculiar cola, con 6 plumas desflecadas similares a las del emú, de lo cual viene su nombre. Ahora volvamos a nuestro ecosistema y contemplemos una curruca rabilarga (Sylvia undata). Su tamaño es minúsculo, su pecho no es azul pero sí rojizo, vinoso, llamativo a fin de cuentas comparado con el resto de su librea, y su cola desproporcionadamente larga incluso parece desequilibrarla en sus vuelos de rama en rama en busca de insectos. ¿Cómo explicar todas estas semejanzas? No cabe proponer que se deban al parentesco: nuestra curruca pertenece a la familia Sílvidos, mientras que el emu-wren es un Malúrido, una familia austral muy distinta y desconocida en nuestro hemisferio terrestre. La única respuesta al parecido es la evolución convergente: la selección natural modela a las especies como arcilla hasta esculpir seres similares para ecosistemas similares. En los matorrales mediterráneos se diría que hay un puesto disponible para un pájaro que sea insectívoro, que se mueva por el ramaje, minúsculo, de cola larga y pecho vistoso. Y ya sea en los montes ibéricos o en las antípodas, la evolución parece ser más predecible de lo que podríamos imaginar.
Más sobre las aves mediterráneas australianas en Birds of Australia (Simpson & Day, 2007).