París.
M.A.R. Editor, 2012
Existen muchos modos de añorar una ciudad, su atmósfera y las vivencias que en ella se han experimentado. Una canción nos la evoca y nos deja suspendidos en sus notas durante unos minutos, una pintura o una fotografía consigue que nuestra mirada se traslade hacia el sitio representado mientras nuestro espíritu compara los matices de color con que nuestros ojos apresaron el lugar y un relato ambientado en sus calles, plazas o jardines nos traslada de una forma directa a ser los protagonistas, cómplices o espectadores de una historia que nos muestra la particular visión del escritor, su enfoque de la ciudad, las experiencias posibles en ella, sean reales o imaginarias.
París es una ciudad literaria, una ciudad a la que se acude por primera vez con una lista de lugares de visita ineludible: lugares donde hemos vibrado con personajes de novelas y de relatos a lo largo de nuestra historia personal. Es difícil no asociar a París con el amor, con el arte o con la literatura. Consciente del gancho literario de París, Miguel Ángel de Rus inicia de forma brillante, en febrero de este año, la travesía de una nueva editorial, M.A.R. Editor, con una antología de relatos sobre la ciudad que tantos sueños aloja. Resulta difícil realizar una reseña de este libro impecable, ya que, a lo largo de sus trescientas cincuenta páginas, treinta y cinco relatos de autores distantes en el tiempo y en el espacio, de estilos diferentes y propuestas distintas, nos llevan por argumentos diversos cuyo único nexo de unión es el escenario donde se desarrollan: París, la ciudad que todos toman como escenario de su trama particular. Ya en el prólogo apasionado con que nos introduce Miguel Ángel de Rus, nos advierte sobre la cantidad de visiones sobre París a las que asistiremos con su lectura. Y así es: cada relato nos introduce en un París distinto. Los treinta y cinco relatos que recoge la antología son heterogéneos en temáticas y estilos.
El amor es, quizá, el tema más común, ya que aparece en once de los treinta y cinco relatos: en el entrañable de Alexandre Dumas, donde asistimos a un baile de máscaras marcado por los celos de una misteriosa mujer; en la tierna historia de amor entre un parisino y una camarera rusa, de Iván Bunin; en el cine, y en concreto Irma, la dulce, que remueve la memoria sentimental de Miguel Ángel de Rus y, en su búsqueda, vive una experiencia onírica de la que no desea salir; al compás de La vie en rose, la famosísima canción de Edith Piaf, que le sirve a José Luis Alonso de Santos para rememorar una antigua experiencia amorosa en condiciones de salud extremas para sus protagonistas; en el París caliente de Andrés Fornells, que nos mete de lleno en una aventura erótica que acaba poblada de tintes cómicos; en la propia idoneidad de París para el amor que nos recuerda Kalton Harold Bruhl; en el descubrimiento del amor de un muchacho deslumbrado por Rayuela con que yo misma colaboro como autora incluida en la antología; en la reencarnación de seres que buscan el amor de su vida que recrea Teresa Iturriaga Osa; en la historia de dos seres que se atraen bajo la luz mágica de París que ofrece Elena Marqués; en el desencuentro en la Gare d”Austerlitz que relata Rosario Martínez; y, finalmente, en la soledad de la espera amorosa, y sus aprensiones, que toca Joris-Karl Huysmans en su breve y delicioso relato. También existen relatos con un marcado tono crítico de la sociedad del momento, y así: Daudet rememora el extinto mundo de las hadas de Francia e instiga a una de ellas a prender fuego a París por haber impuesto el imperio de la razón que acaba con el hechizo de la fantasía; Villiers de L’Isle Adam nos sitúa de manera efectiva en la piel de un mendigo mientras cambian los signos políticos de la nación, aunque la realidad cotidiana, como la del mendigo, sea siempre la misma durante décadas; Alfred Jarry nos introduce en una sibilina crítica a propósito del cerebro desaparecido de un agente de policía en la capital francesa; Juan Serrano nos hará reflexionar, desde la sátira de tintes sociales, con un mendigo que se instala en el lujoso hotel Ritz de la no menos lujosa plaza Vendôme; Frédéric Villar nos da un paseo en autobuses parisinos de la mano de dos peculiares hermanas, que, en su ancianidad, se vengan de una forma muy atípica de la impuntualidad y de todo lo que les genera crispación en París.En tono costumbrista se nos presentan: Guy de Maupassant, de cuya mano asistimos al secuestro de un niño y a la angustia subsiguiente de sus padres, que lo buscarán por todos lados hasta llegar a París, donde esperan la piedad del destino; el Marqués de Sade, que presenta a París como el anzuelo para que pique la víctima de un timo y una suplantación; Manuel A. Vidal, que nos hace sonreír con el viaje a París que un maestro gana en un sorteo; Carlos Ortiz de Zárate, que nos recuerda el viejo dicho de que París bien vale una misa; Joseba Iturrabe, que nos cuenta en un relato de final sorprendente la vida de un policía jubilado; Anton Chéjov, que nos deleita con la historia de dos amigos rusos que son atacados por perros y cuya salvación de la hipotética rabia reside en un viaje a París, en busca de Pasteur; y Alfredo Bryce Echenenique, con un divertido relato sobre los avatares de la fortuna.Con matices cultos que no excluyen el humor leemos a: Honoré de Balzac en su particular visión de la cúpula de los Inválidos; el Vizconde de Saint-Luc, que lleva a un noble español a vivir una primavera especial a consecuencia del hallazgo de una edición de Las mil y una noches; Joaquín Leguina, que busca a Verlaine y, en su búsqueda, nos aproxima de una manera divertida al conocido autor francés; Francisco José Peña Rodríguez, que nos transporta directamente a la piel del pintor Toulouse-Lautrec.La ciencia ficción entra en la antología con los relatos de Félix Díaz, que nos narra las andanzas de dos extraterrestres en París, y de Julio Fernández Pelaez, con un relato de corte futurista.También existen relatos de corte misterioso, como los de: Jean de la Ville de Mirmont, que sitúa al diablo en París; Nelson Verástegui, que plantea el enigma de un documento hallado en el Museo de Cluny; o Francisco Javier Illán Vivas, que rememora un sueño en un lujoso hotel de París que lo llevará a dar un paseo desconcertante en pos de una bella mujer.Pero no se agota aquí la variedad temática, ya que: Francisco Legaz lleva a su personaje a París de forma terapéutica; la Vizcondesa de Saint-Luc nos introducirá en el mundo glamouroso de los perfumes y, en concreto, en la historia de uno de nombre comercial muy conocido; y Álvaro Díaz Escobedo nos propondrá un suculento recorrido culinario.Como podrá apreciar el lector, un contenido muy sugestivo y ameno. La antología de relatos París es como una bandeja de dulces variados y, como tal, no defraudará a nadie en sus gustos, pues siempre es posible coger de ella el dulce o dulces de la apetencia del momento.Isabel Martínez Barquero