Corrían los primeros años sesenta. Los Beatles aún eran un grupo de chavales viviendo de noche por los locales de Hamburgo; el llamado “Boom latinoamericano” estaba por llegar mientras la generación Beat implantaba el germen del hippismo en buena parte de occidente. Kennedy, Cuba, Guerra Fría, derechos civiles… Todo estaba a punto de saltar por los aires. El mundo del cine tomó buena parte de aquel momento por supuesto. Una incipiente promesa y posterior leyenda filmaba una de las grandes obras de aquella década. ‘El buscavidas’ es inmortal, tanto como su protagonista, un tal Paul Newman.
Louis Armstrong, Paul Newman y Duke Ellington. ¡Casi nada!
Era 1961, y el actor acababa por consagrarse interpretando al inolvidable Eddie Felson. No obstante, la historia de las grandes estrellas hacen que sus “trabajos menores” sufran la caída al olvido cinematográfico, y más tratándose de un actor de la talla de Paul Newman. Aquel mismo año protagonizó otra película que viajaba a los tugurios parisinos; al humo y el alcohol matizando cada melodía libre y viva de eso que se reconoce como jazz, que sin lugar a dudas nunca tuvo mejor marco que la capital francesa, por donde pasaron siempre los grandes.
‘París Blues’ no es ni mucho menos una obra maestra, pero posee tanto romanticismo en su metraje que los amantes de la música en general, y de la época dorada del jazz en particular, degustarán al ritmo trepidante de las melodías de Duke Ellington, quien destaca en la genial banda sonora compuesta por su persona. Paul Newman es un músico con ilusión por llegar a ser grande; acompañado por Sidney Poitier buscará su objetivo noche tras noche, en una ciudad donde los jazzman son tratados con sumo respeto. La aparición de la que fue mujer de Newman en la vida real, Joanne Woodward, aporta la historia de amor que no podía faltar en el argumento.
Totalmente inesperada y oculta en medio de sus obras maestras ‘París Blues’ (‘Un día volveré’ en alguna gloriosa traducción del título original), sabe trasmitir el ambiente y el encanto de una época gracias a una amable mirada sobre el mundo del jazz, apoyada en momentos realmente memorables y únicos como son cada uno de los minutos que Louis Armstrong batalla con Paul Newman en escena. Sin duda un regalo para la historia del cine musical.
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