Revista Viajes
Seguimos en una ceremonia inagotable de paisajes “arrebolados”, como sometidos a la ignominia del rojo encendido que colorea el rostro de la vergüenza. Estamos en el Parque Nacional de Arches, donde prodigan alucinantes paisajes de película de “far-west”.
La mirada no se acaba de decidir entre posarse en las anfractuosas montañas recortadas o las llanuras rocosas que fueran hábitat natural de John Wayne. Definitivamente me quedo con la orografía salvaje y horadada de este lugar; estas montañas torturadas y esculpidas de maneras rocambolescas durante millones de años.
Sin embargo, contra todo pronóstico, el paisaje se redecora a continuación, de camino a Rock Springs, con kilómetros y kilómetros de paisaje canadiense. Más allá, me esperan todavía carreteras que se asoman a mesetas desérticas con famélicos matojos olvidados.
Es un breve trayecto el que me reconduce hacia el esplendor de Flaming Gorge. Comparada con la meseta “enfermiza” que acabo de describir, la presa construida por el navegante explorador John Wesley Powell en 1869 me parece un santuario.PRESA DE FLAMING GORGE
Estamos ya despidiéndonos de la tierra mormona de Utah para dar la bienvenida a Wyoming, con sus serenos valles verdes que se me asemejan a los paisajes de Cantabria o Asturias.