El cine de espías siempre nos ha brindado excelentes películas que mezclaban el thriller con el suspense. Si nos ponemos clásicos, el mejor Hitchcock, el de Encadenados, coqueteó con el género dándole su toque personal y añadiendo una buena dosis de romance (sentimiento que se exacerba en situaciones límite como las que se narran en este tipo de filmes) que incluía el considerado beso más largo jamás plasmado en celuloide, el que compartían Cary Grant e Ingrid Bergman. En los albores del siglo XXI Tony Scott logró su trabajo más redondo gracias a Spy game (Juego de espías). Mismos ingredientes mezclados en una trama brillantemente tejida, con unos excepcionales Robert Redford y Brad Pitt, en la que destacaba la mano del director británico y esa manera tan espectacular de jugar con las imágenes, el montaje, los efectos de sonido y la banda sonora que convertían una cinta de puro entretenimiento en una obra de autor.
Adoptando un estilo no tan sofisticado como el de Scott aunque igualmente efectivo, Brad Anderson ha concebido una pieza sólida eminentemente deudora del largometraje del desaparecido realizador. Los paralelismos resultan más que evidentes. Oriente Medio como uno de los puntos importantes de la historia, un hombre tratando de conseguir el rescate de un amigo al que hace tiempo que no ve, intrigas en las altas esferas que harán desconfiar al protagonista, la Casa Blanca, gobiernos de países de la zona, grupos armados de distintas facciones y una historia de pasión soterrada, acentuada al tiempo por vivirla al filo del abismo.
Beirut, 1982. En plena guerra del Líbano un agente de la CIA que maneja información sensible es secuestrado por un comando terrorista. Los servicios secretos estadounidenses se pondrán en contacto con un ex diplomático que trabaja arbitrando en conflictos laborales para que ayude en la negociación. El mediador acepta a regañadientes un cometido que le devolverá a un pasado doloroso y le obligará a regresar a la ciudad donde una vez vivió y compartió misiones con el ahora rehén.
El guión de Dan Gilroy bebe de forma inconfesa de aquel estupendo libreto que firmaban Michael Frost y David Arata, lo que no es óbice para haber conseguido un resultado notable. No obstante de su pluma han surgido dos de los análisis más lacerantes en torno a los círculos de influencia al más alto nivel, la amistad y el amor, La sombra del poder y Michael Clayton.
El acercamiento al conflicto que sacudió Oriente Medio a principio de la década de los ochenta, a pesar de que se haga a través de una ficción, aporta un interés añadido a esta narración donde los oscuros entramados entre la Agencia Central de Inteligencia, el Gobierno de Israel, el Mossad y la Organización para la Liberación de Palestina impactan por su realismo. La vida de según quién no vale apenas nada y se utiliza como moneda de cambio para conseguir objetivos políticos o militares en una partida de ajedrez donde los protagonistas han de jugar sus propias armas ante poderosos enemigos.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos
Copyright imágenes © Radar Pictures, ShivHans Pictures, Kasbah-Film Tanger. Cortesía de DeA Planeta. Reservados todos los derechos.
El Rehén
Dirección: Brad Anderson
Guion: Dan Gilroy
Intérpretes: John Hamm, Rosamund Pike, Mark Pellegrino
Música: John Debney
Fotografía: Björn Charpentier
Duración: 109 min.
Estados Unidos, 2018
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