“La vanidad y el orgullo son cosas distintas, aunque muchas veces se usen como sinónimos. “ Jane Austen
Hace poco una gestante comentaba: buscaré una matrona que me asista en casa porque quiero tener un parto respetado. Loable pero no cierto. De un tiempo a esta parte parece que la atención en los hospitales es cruenta y desfasada, mientras que los únicos lugares donde se puede vivir un parto digno es en casas particulares o centros de nacimiento. Frases que se escuchan con una triste frecuencia.
En internet circulan como gaviotas blancas vídeos preciosos de partos respetados, en el salón, en el campo, en una piscina, en la cama, en cualquier marco acogedor, idílico y bello. En ellos se puede ver como las madres abrazan a su hijo recién nacido con una emoción sin igual. La misma emoción que sienten las madres, algunas, al traer sus hijos al mundo en un paritorio de un centro hospitalario.
En los hospitales también hay partos respetados, fisiológicos, espontáneos, naturales, eutócicos. Partos sin medicación, sin intervención, sin episiotomía y sin separar a la madre de su hijo durante toda su estancia. La bondad de la atención se manifiesta en la persona, no en el lugar.
A veces, la mayoría de veces, es la mujer la que decide desconociendo o asumiendo las consecuencias de sus decisiones. ¿Qué hacer entonces? ¿Qué hacer cuando la mujer rechaza caminar, levantarse, sentarse en una pelota o esperar? ¿Qué hacer cuando ves la cabecita del bebé asomando y ella cierra las piernas gritando que le pongan la epidural?
Las matronas de hospitales no somos ángeles ni demonios. Somos personas, profesionales que queremos ayudar a esa madre. A veces podemos, a veces no. Sé que hay que cambiar el sistema. Cierto, muy cierto. Pero nosotras tenemos las manos atadas. Nos movemos en un sistema jerárquico y nuestras palabras son globos de aire que van a ninguna parte, a ningún lugar. La fuerza la poseen ellas, las gestantes. Una fuerza, un derecho que rechazan ejercer por escrito. Lástima que no se crean el potencial que poseen para cambiar las cosas.
La realidad es un abanico de colores, fuera y dentro del entorno de batas verdes. Las historias desdichadas de partos en casa se silencian, no se hacen vídeos, ni se hablan. Igual, exactamente igual que las mujeres con un precioso y respetado parto asistido en el paritorio, en una silla, o en la cama de una sala de dilatación.
Lo afirmo una y mil veces. ¡Ojalá y todas las embarazadas tuvieran un parto natural! Sucede que las personas somos muy complicadas y nada es lo que parece. Tan claro como este cielo de verano. A pesar de las buenas prácticas que las matronas de hospital hacemos, encontramos mujeres que siguen pidiendo la cesárea en la fase prodrómica o quieren que se lo saquen como sea.
Hace unos días una mujer vivió un precioso parto que fue grabado, cuando ella lo mostró a amigos y familiares, la respuesta general era una inmensa sorpresa porque pensaban que ese tipo de atención no podía darse en un centro público.
Para vosotras, embarazadas y futuras madres, reitero el enunciado de esta entrada: también hay partos respetados en el hospital. Aceptemos lo complejo que es el nacimiento sin poner etiquetas porque como decía Gabriel García Márquez, No tenemos otro mundo al que podernos mudar.
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