Revista Cine

Pasados y futuros

Publicado el 03 junio 2012 por Jesuscortes
Nils es oficialmente cirujano desde el año 1988, veintitrés después de iniciar sus estudios en pos de la alargada sombra de su padre, Richard Malmros, una eminencia. Había cumplido entonces ya cuarenta y tres. Como a cualquiera podría sonarle a la típica historia de vástago acomodaticio distraído en placeres, al fin llegando a trancas y barrancas a algún sitio, extemporánea y patéticamente, en su descargo hay que decir que desde 1968 había "compaginado" sus asignaturas con el rodaje de cinco películas, partiendo todo de un pase de "Jules et Jim" que le nubló la vista. En casi todas partes ni nos hemos enterado pero, la cuarta de esas obras, "Kundskabens træ" de 1981 le abrió las puertas del pequeño Olimpo de los cineastas daneses y es desde entonces algo así como el film canónico, la bandera de esa cinematografía, pero del que pocas noticias han trascendido fuera del reducido círculo del otrora muy influyente cine nórdico. La fama se la llevaron otros y hasta el nombre de su país se asocia internacionalmente a otras películas y a otros realizadores, pero esta vez sí que muy justamente se trata de una despejada y encantadora crónica, en parte autobiográfica, del adolescente que fue Malmros y de cuantos chicos conoció en su Århus natal allá por los primeros años 50. Una brisa que se cuela por la ventana fotografiada magistralmente por Jan Weincke antes de que se evaporase. Tratando de evitar en lo posible los dobles sentidos clínicos, abonado el terreno como está en su caso, la verdad es que pocos directores han diseccionado como Malmros, en paralelo, mostrando y también contando, tan bien esa edad crítica de los 13 o 14 años. Es un placer seguir las cuitas y los pequeños sobresaltos acaecidos a todos estos adolescentes con irrefrenables ganas de gastar bromas y de ligar, en una acumulación episódica equilibrada en una especie de construcción suspendida, que apenas avanza, pero que se retroalimenta de detalles, de rostros, de una palabra dicha fuera de contexto, verdaderos cimientos del film. Su proceder es muy sencillo. Se limita a cortar siempre cada escena unos segundos antes de que haya una conclusión, una resolución, cuando llega ese instante donde suele entrar la música y propagarse alguna clase de lirismo. En definitiva, un pasado redivivo punteado con viejas partituras de piano del que enorgullecerse, como harían sus vecinos suecos, bendecidos al año siguiente con "Fanny och Alexander". Uno se aventura a afirmar que el genio de Uppsala debió ver "Kundskabens træ" y al menos su luz debió gustarle mucho. Pero no es el film una casualidad o un acierto aislado. Malmros ya había hecho dos películas importantes con anterioridad a esa obra de prestigio, el seminal "Lars Ole 5.C" en 1973, en blanco y negro y sin comodidad alguna, cercano a Bill Douglas - y adelantándose ya al Eustache de "Mes petites amoureuses" - y el aún mejor "Drenge" del 77, ya en color, tan áspera y casi tan barata. Trazan ambas y junto a "Kundskabens træ" un recorrido por la infancia y hasta las puertas de la pubertad que algo tiene en la distancia cultural (y en la económica: la Francia de pequeñas ciudades parece muy lejos de la garantista Dinamarca) de la mirada de Pialat, más aún que del de "L'enfance nue" o "La maison des bois", del de "Passe ton bac d'abord" o "À nos amours". Un poco como aquellos niños desamparados y en buena medida como estos adolescentes sin rumbo, los de Malmros parecen también chicos sin familia o para los que la distancia que se ha socavado en las relaciones con sus progenitores es ya irreversible, chicos que, quieran o no, van a constatar lo decepcionante de los procesos colectivos y que más les vale labrarse un camino propio si no quieren terminar donde más temen. En "Kundskabens træ" será significativamente Elin, la única chica de la cual vemos a sus autoritarios padres, la que tenga que plantearse, ya que aún no sabe qué quiere ser, al menos qué no quiere ser más adelante y eso la hará distinta al resto. Sobre todo por pensar que algo, puede que más importante, debe haber tras el precipicio de la adolescencia donde parece que se termina todo para todos, la felicidad, la libertad. En el siguiente paso dado por Nils Malmros, esa patente independencia "liberal" no se concreta en las posibles variantes realistas o costumbristas (primera vida en solitario, realización sexual, quizá hijos y estabilidad o, en otra dirección, "desorden" vital), sino que cristaliza en "Skønheden og udyret" (1983), en el que reaparecen varios de los actores de "Kundskabens træ" y de la que es bastante complementaria. Es un film sobre un peculiar reencuentro generacional, más un paso atrás que una evolución y una "impropia" historia de amor que pudiera entenderse rayana en el incesto. No anda lejos el film del terreno hollado como nadie por Paul Newman y ahora son también los padres los que no entienden qué ocurre. A partir de "Århus by night" (89) y sobre todo "Kærlighedens smerte" (92) la comedia se transfigura definitivamente en Malmros en melodrama. En un tono más severo, cobra relevancia en su cine la adaptación física, corpórea, de sus protagonistas, finalizada la plenitud de la juventud, cuando comienza el progresivo derrumbe de lo armado y lo proyectado, incluso si sólo fue mentalmente, mirando cómo avanzan, con muy variadas taras y traumas de diversa índole las vidas de sus personajes. Desaparecen la inacción y las repeticiones, todo se acelera de un modo quizá algo artificioso. Tanto es así que una chica con alguna clase de retraso como Kirsten en "Kærlighedens smerte" parece más acompasada con la realidad que los supuestamente sanos por muy abocada a la tragedia que esté. Cada vez más espaciadas su obras la madurez le llega con dos obras que son las películas más especiales de su obra. "Barbara" (1997) es su inmersión en la irrealidad romántica del escritor tísico Jørgen Frantz Jacobsen apenas sin conexión con el resto de su obra, controvertida en varias y divergentes direcciones - son casi tantos los que piensan que es demasiado fiel a la obra de partida como los que opinan que la subvierte irresponsablemente - imaginable sin grandes abstracciones en manos de su venerable compatriota Benjamin Christensen muchos años atrás y quizá muy tardío y extraña prolongación de varios de los más fantásticos films de Powell y Pressburger. A ratos es un film divino, deslumbrante y al volver la esquina, desconcertantemente socarrón. La culminación y el encuentro final con todas sus vivencias tarda en llegar cinco años más pero lo hace en la esplendorosa "At kende sanheden", donde un cirujano que no es otro que su propio padre evocado (y al parecer son las manos del cineasta las que vemos en las escenas quirúrgicas) se enfrenta en el final de su vida a un dilema moral que no por demorado en el tiempo resulta menos intenso y le sirve para rememorar setenta años de recuerdos. Extraordinariamente situada en un terreno inhabitado donde conviven Bresson, el más penetrante Preminger y quizá por primera vez en su cine, Dreyer (sobre todo el de varias obras mudas y no de las más famosas), "At kende sanheden" es una de las películas más hermosas y sorprendentes de los últimos diez años. Y un caso especial de adecuación. Le favorece el impoluto blanco y negro (también aquí, impresionante foto de Weincke) al que retorna tras muchos años, la tendencia de Malmros a conjuntar y amalgamar escenas en torno a conceptos (aquí uno en franco desuso: la responsabilidad y su asunción; dos productos de la educación, que tampoco anda muy boyante) más que a personajes o argumentos, su precisión y sentido de la oportunidad para introducir detalles cálidos y sensibles en un ambiente perfectamente ordenado y hasta por la historia contada - donde es central la huella del tiempo -, sus típicas elipsis y flashbacks inesperados, tajantes. Tras semejante film, no fueron pocas sin embargo las voces que sugirieron lo bien que le sentaría a Malmros la jubilación al estrenarse la que es por ahora su última obra, "Kærestesorger", un experimento que vio la luz en 2009 tras tres años de rodaje. Tan larga exposición es utilizada por Malmros para materializar un viejo sueño, contar el paso de los 15 a los 18 años de unos chicos, en tiempo real. Como se ve, poca o nula evolución en sus intereses, que ahora más rotundamente que nunca parecen claros. Siempre fueron varios y siempre estuvieron en torno a uno: mirar seriamente, como si de la más preciosa materia se tratase, a los cambios que traerá el paso del tiempo, recogiendo lo que ahora está sucediendo, por trivial que parezca, pues esa infinitesimal suma de pequeñeces es el melodrama mismo visto en presente. La única con voz en off de las vistas suyas, parece fácil confundirla con una apología del dolce far niente disfrazada de pretensiones en forma de ensayos y largas cartas llenas de pasión y sapiencia escritas por apocados, correctísimos chicos y chicas, a veces inteligentes, otras unos cafres. A veces se detiene y aparece el secreto: elegancia, calidez, sentimiento. Pero lo hace por unos pocos instantes, hay que seguir adelante.

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