Revista Viajes
La Pascua, en general, y el primer día de esta celebración en particular, son de especial e intensa conmemoración en Ucrania.La noche previa las gentes acuden a las iglesias de todos los credos y religiones y llevan consigo las cestas con los dulces llamados Paska (parecidos a los panquemados españoles) más frutas y otros condumios, que son bendecidos por el sacerdote, y
tras una breve oración en el interior de la iglesia, se regresa a casa, para desayunar esos alimentos ya bendecidos.Por nuestra parte renunciamos en esta ocasión acudir en la vigilia a la iglesia porque arrastrábamos la noche de sueño incompleto con motivo de nuestro vuelo de venida, pero no nos sustrajimos a la
invitación (ya hábito y tradición) que nos había hecho nuestra "magna mater", la Dra, Ludmila, para acudir a su precioso chalet cercano a los lagos de Osokorky, en la zona al oeste de la ciudad de Kiev, y en el que los últimos años habíamos compartido mesa y amistad con sus dueños, familiares y amigos. En esta ocasión acudimos con nuestro hijo y su esposa, y la pequeñita Milana, recogiendo en el camino a la Dra. Elena Bratus, otra gran amiga, con quien tantos y tan buenos ratos tenemos compartidos. Era más o menos la una de la tarde cuando arribamos al chalet, en el que ya nos esperaban la Dra. Ludmila, su esposo, el ilustre Dr. Dimitrij Stetchenko, y su hijo Sasha con su esposa, Elena. En el amplio salón, que calentaba una chimenea con potente fuego (no se olvide que la temperatura exterior rondaba los diez grados centígrados), ya
estaba dispuesta una gran mesa repleta de manjares tradicionales, con los huevos cocidos decorados, la charcutería típica ucraniana, ensaladas de la región, fuentes de pescado y carne, un montón de botellas de vino, vodka, zumos, coñac y demás; y una buena batería de vasos y copas, para las distintas bebidas. Pronto nos acomodamos los comensales, y la anfitriona nos aportó una especia de arroz que hemos dado en titular "paella ucraniana", con sabor a pescado y marisco. Mientras corría el vino y el vodka, fuimos degustando con placer los platos ofrecidos, siempre entreverados con los brindis tradicionales, por los reunidos, por las familias, por las mujeres presentes, por la paz, por el
bienestar y una serie interminable de motivos, que debían terminar (no aconteció en este caso) con el brindis por el caballo (na koñak) por el caballo...que tiraría del carro hasta nuestra casa cuando ya los efectos del etílico no nos hicieran aptos para guiar.A los postres, abundantes frutas, incluidas piña tropical y naranjas (no españolas, desde luego), más ese dulce que nunca falta, la Paska, siempre tan bien decorada, que en este caso se acompañó de otro dulce aportado por la Dra. Elena, y que había mandado desde Italia su hija Masha, que reside con su esposo en el país transalpino.Hubo un buen paseo por los alrededores, para tomar después el café o té, y todo ello en medio de un clima de afecto y entrañable vivencia familiar que siempre nos ha resultado cautivador y entrañable, además de muy añorado en la España nuestra que cada vez se enfría más en estos menesteres de la vida en común. Cuando se avecinaba el ocaso emprendimos el regreso a Kiev y Vyshgorod, para terminar repasando las vivencias del día y sentir con emoción aun
pervivente los efluvios especiales de la celebración de la Pascua en Ucrania.La frase "Христос Воскресе" (Cristo ha resucitado) y la respuesta "Voystino Xpistoc Boskrece" (En verdad ha resucitado) bien denotan que la espiritualidad sigue primando las relaciones familiares y de amistad. Que siga así.SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
tras una breve oración en el interior de la iglesia, se regresa a casa, para desayunar esos alimentos ya bendecidos.Por nuestra parte renunciamos en esta ocasión acudir en la vigilia a la iglesia porque arrastrábamos la noche de sueño incompleto con motivo de nuestro vuelo de venida, pero no nos sustrajimos a la
invitación (ya hábito y tradición) que nos había hecho nuestra "magna mater", la Dra, Ludmila, para acudir a su precioso chalet cercano a los lagos de Osokorky, en la zona al oeste de la ciudad de Kiev, y en el que los últimos años habíamos compartido mesa y amistad con sus dueños, familiares y amigos. En esta ocasión acudimos con nuestro hijo y su esposa, y la pequeñita Milana, recogiendo en el camino a la Dra. Elena Bratus, otra gran amiga, con quien tantos y tan buenos ratos tenemos compartidos. Era más o menos la una de la tarde cuando arribamos al chalet, en el que ya nos esperaban la Dra. Ludmila, su esposo, el ilustre Dr. Dimitrij Stetchenko, y su hijo Sasha con su esposa, Elena. En el amplio salón, que calentaba una chimenea con potente fuego (no se olvide que la temperatura exterior rondaba los diez grados centígrados), ya
estaba dispuesta una gran mesa repleta de manjares tradicionales, con los huevos cocidos decorados, la charcutería típica ucraniana, ensaladas de la región, fuentes de pescado y carne, un montón de botellas de vino, vodka, zumos, coñac y demás; y una buena batería de vasos y copas, para las distintas bebidas. Pronto nos acomodamos los comensales, y la anfitriona nos aportó una especia de arroz que hemos dado en titular "paella ucraniana", con sabor a pescado y marisco. Mientras corría el vino y el vodka, fuimos degustando con placer los platos ofrecidos, siempre entreverados con los brindis tradicionales, por los reunidos, por las familias, por las mujeres presentes, por la paz, por el
bienestar y una serie interminable de motivos, que debían terminar (no aconteció en este caso) con el brindis por el caballo (na koñak) por el caballo...que tiraría del carro hasta nuestra casa cuando ya los efectos del etílico no nos hicieran aptos para guiar.A los postres, abundantes frutas, incluidas piña tropical y naranjas (no españolas, desde luego), más ese dulce que nunca falta, la Paska, siempre tan bien decorada, que en este caso se acompañó de otro dulce aportado por la Dra. Elena, y que había mandado desde Italia su hija Masha, que reside con su esposo en el país transalpino.Hubo un buen paseo por los alrededores, para tomar después el café o té, y todo ello en medio de un clima de afecto y entrañable vivencia familiar que siempre nos ha resultado cautivador y entrañable, además de muy añorado en la España nuestra que cada vez se enfría más en estos menesteres de la vida en común. Cuando se avecinaba el ocaso emprendimos el regreso a Kiev y Vyshgorod, para terminar repasando las vivencias del día y sentir con emoción aun
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