Bien le había advertido a mi esposa que se pertrechara con ropa de abrigo para el viaje a su tierra natal, porque las predicciones del tiempo anunciaban que la semana después de Pascua bajarían las temperaturas. Y así fue.
En la tarde del día 19 de marzo ya llegó la noticia de que había nevado en Kharkiv, cuatrocientos kilómetros al norte de Kiev, pero en Vyshgorod semejó que la nevada se aproximaba, ya que se instauró un viento frío que denotaba una importante bajada de temperatura, como así aconteció, aunque no se bajó de cero grados. Tan es así que mi querida esposa, tal vez acostumbrada ya a las caricias del delicioso clima que nos privilegia en Valencia, comenzó a pasar frío y hasta precisó del préstamo de unas botas de nuestra nuera, para paliarlo en alguna forma. Ese miércoles tuvimos sesión matinal de charla familiar en casa, hasta que después de la comida (un delicioso solomillo de cerdo, con ajos y las siempre magníficas patatas ucranianas) nos dispusimos en el aseo para desplazarnos hasta Kiev, para asistir en la Ópera a la representación de "Turandot", la obra maestra de Giacomo Puccini rematada por Alfano, que la Ópera Nacional de Ucrania ofrecía en únicaactuación; y ello gracias a los buenos oficios de nuestra querida Dra. Elena Bratus, que obtuvo las entradas, y nos invitó para acudir junto a la Dra. Ludmila Stetchenko. De esta guisa, tras conseguir aparcar el coche en las cercanías del teatro de la Ópera, en la Volodimyrska ulitsa (hecho casi milagroso, porque esta arteria urbana apenas si tiene espacios para ello), nos encontramos en la amplia plaza con las dos doctoras que nos hacían el honor de acompañarnos, de manera que las tres médicas me prestaron su auxilio, (especialmente traductor del ucraniano) y así nos situamos en plazas de privilegio en la platea del teatro. La asistencia de público era muy notable, casi
rozando el lleno, y el ambiente era el típico de estos eventos, con gentes muy variadas, pero denotando la mayoría su interés por el acontecimiento musical. Eran poco más de las siete de la tarde cuando la orquesta comenzó a desgranar las maravillosas notas de la obra de Puccini, y en el escenario apareció la colorista y espectacular representación del palacio imperial de la China, en cuyo ámbito se fueron integrando con magníficas interpretaciones, los actores (omito sus nombres, porque en su
traducción del ucraniano incurriría en errores) que interpretaban a Kalaf, a Timur, a los tres ministros (Ping, Pang y Pong) y a los poblados coros, quienes con voces maravillosas fueron desgranando las notas descriptivas del argumento, entreverado por las penas de la esclava Liu. ¡Soberbio!(Hago aquí un inciso para destacar que, como el lenguaje era el italiano, sobre el escenario se había dispuesto una pantalla que traducía los cantos al ucraniano, facilitando la comprensión al público)Si brillante fue la conclusión del acto primero, no menos lo fue la del segundo, con la asamblea de la corte y los sentimientos de la princesa Turandot, unida su voz a la de Kalaf en dúo inigualable. La magia de la composición de Puccini alcanzaba cotas de grandiosidad, adornada con un significativo aroma de motivos orientales y chinos en la música, plenos de armonía. El acto tercero, en el jardín Imperial, junto a las murallas de Pekín anunciaba el drama que entrañaba el destino asignado a la princesa Turandot, realzado por el aria interpretada por el personaje de Kalaf, e famoso "Nessun dorma", que arrancó los "bravos" del público, especialmente al concluir el "Vinceró..."La conclusión, espectacular, cuando Liu se sacrifica y Kalaf conquista definitivamente a Turandot, es de momentos de lirismo y plenitud, que llegan a emocionar, porque los coros y el decorado llevan a la espléndida conclusión, cuando finalmente se desvela
que el nombre del deseado es "Amor".Los "bravos" y diez minutos de aplausos del público puesto en pie dieron colofón extraordinario a una velada magnífica, y obligaron a reiterados saludos del director de la orquesta y los principals intérpretes. En fin, una noche mágica, porque sin salir de Kiev nos sentimos transportados al corazón de China, y envueltos en el drama del amor y de la política. Bien que agradecimos a nuestra querida Elena la iniciativa, y así nos despedimos hasta el próximo encuentro, retornando ya en la fría noche (menos de 4ºC) a nuestra residencia de Vyshgorod, en la que la calidez de los recuerdos y las sensaciones gozadas nos arropó cuando, ya después de la medianoche, nos entregamos a otra ópera: La de Morfeo...SLAVDOR DE PEDRO BUENDÍA