ucranianos –no podían faltar los deliciosos pepinillos en conserva casera y el siliotka, o caballa al adobo natural con cebolla. Y el remate fueron unos gustosos muslos de pollo y unas costillas de cerdo al horno, todo ello regado con cerveza, vino, vodka y en un ambiente de franca cordialidad. Después de una larga tertulia en la que pusimos al día nuestras informaciones y recuerdos, nos contaron sus planes de viaje (cada año se desplazan a
diferentes y sugerentes lugares de Europa, como Lisboa, Porto, Venecia, Budapest, etcétera; sin olvidar España, que muy bien conocen) y así cambiamos opiniones sobre sistema y forma de viajar, vuelos, reservas de alojamientos, y demás temas de interés. Resultó en verdad interesante cómo comprobar que estos ucranianos treintaañeros (él periodista de radio y televisión y ella acreditada economista) dan la nota de un país que, aun sufriendo la sangría de la guerra del este, y las menguadas posibilidades económicas, trata de seguir viviendo y estar al día, conociendo mundo. En la despedida, el consabido obsequio de vodkas, chocolates, y hasta cervezas ucranianas especiales para nuestro yerno español, Pau. El siguiente día, ya viernes, teníamos cita para comer
con la querida Iryna Kuftireva y su esposo, Oleg, quienes vivían en esta ocasión en el barrio de Podil, en un complejo residencial muy nuevo y de mucha calidad, con unas zonas ajardinadas interiores que daban prestancia a varios edificios. Accedimos a su nueva casa, amplísima y espaciosa, con habitaciones que semejaban ser para mayores usos, y nos encontramos en torno a la mesa con nuestro hijo Andrey, que nos había acompañado en esta ocasión. La comida fue un sin número de delicatesen, imposibles de enumerar, regadas con buenos vinos de Bordeaux y un magnífico vodka de Lviv de origen polaco. Unos postres abundantes y una estupenda tarta de chocolate, tirando a brownie, remataron esta estupenda comida, que se prolongó, como siempre, no solamente con el repaso de las vivencias más recientes de las respectivas familias, sino comemntando la actual situación en Europa, en Ucrania, en el mundo, y llegando a la conclusión de que no estamos en los mejores tiempos, pero tampoco en los peores. El sábado nos tenía “atrapados” para comer en su
casa nuestra entrañable amiga y “madrina” de boda, la Dra. Elena Bratus, que había organizado en su casa de la calle Horkogo (muy cerca de la Ploscha Lva Tostova) con la Dra. Ludmila Stetchenko. En esta ocasión las especialidades fueron de origen italiano, degustando entre varios condumios, unos apetitosos “penne” o macarrones, al pesto. Buen vino y buen vodka, como siempre. Aunque era la tercera vez en que nos encontrábamos durante la semana, hubo tiempo sobrado para que especialmente las amigas hicieran repaso de “lo divino y lo humano”, un poco a modo de despedida, que demoró hasta media tarde, en que nos
encontramos con mi apreciada Galyna Vyskrebentseva, que en el pasado me había introducido en el trabajo y dirección de seminarios de formación para empresarios ucranianos, y con quien vengo manteniendo una fluida relación de amistas. Tomamos un café y nos contamos las últimas novedades, además de tratar de un complejo asunto de la herencia de un ucraniano fallecido en España, casado con española y con madre búlgara. Concluimos a buena hora para emprender el regreso a nuestra casa de Vyshgorod, en la que nuestra nietecita Milana ya nos esperaba llena de vida para incordiar todo lo posible y un poco más, aunque haciendo nuestras delicias. Habían sido jornadas estupendas en las que la amistad y el afecto fluyeron con espontaneidad y sirvieron para que tomáramos de nuevo pulso a la sociedad ucraniana normal, que, como siempre, sigue luchando contra la corrupción de los políticos y los abusos de los magnates oligarcas.A todo esto, aprovechando un hueco en nuestra apretada agenda, aún nos fuimos a un gran supermercado en el barrio de Petrivka (de una cadena francesa) en la que adquirimos diversos
productos y prendas, y pulsamos cómo los precios se han incrementado de manera increíble, y más especialmente los d elos productos no nacionales, porque el cambio de divisa respecto del US$ y del € había superado el 20% respecto del año anterior. Hasta el litro de gasolina 95 era de precio equivalente al Usa$ y muy cercano al Euro.En resumen, vivencias, experiencias, contrastes, que pese a todo nos permitieron seguir sintiendo el magnetismo de la tierra ucraniana, la hospitalidad y clarividencia de sus gentes y llegar al convencimiento
de que mientras las posibilidades, especialmente las físicas, nos lo permitan, seguiremos yendo a esta tierra del trigo y el cielo, en el que nuestros mejores sentimientos se potencian en cada ocasión. SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA