Como todos los juegos antes de su lanzamiento, que tienen buena pinta, Ni No Kuni pasa por una serie de etapas; cuatro exactamente. La primera consiste en babearse si el género y el carácter general del título te gusta, la segunda es determinar, con la información mostrada, los puntos más débiles del juego y establecer si te van a tirar para atrás o si, por el contrario, el juego te gusta igualmente.
La tercera es la que os presento hoy y en la que me encuentro tras ver el vídeo que aquí os pongo, la fase en la que regresas a la primera etapa, con la segunda en mente pero superada por la inicial, en la que decides que no importa haber leído que la jugabilidad, quizás, será demasiado clásica, en la que da igual que no vaya a haber una evolución en los combates o que el argumento acabe siendo aburrido. Cuando se pone por delante un mapa tan fantástico para pasear, donde puede pasar de todo y crees que puedes encontrarte de todo; con esos colores, esos cambios de ambiente, ese rollo por el que a todos nos cautivó Final Fantasy VII (Vale, y hay un pincho moruno de florista repipi, uuuuh)… En definitiva, con esa exploración de tintes tan bucólicos, de cuento y fantásticos y acompañados de esa música orquestral tan relajante, es un placer llegar a esta tercera etapa, superarla… y pasar a la terrible cuarta: esperar y esperar y esperar.