Revista Solidaridad

Paseos por la intervención social (III)

Por Pcelimendiz

Seguimos esta larga caminata por las veredas de la intervención social, intentando comprender sus fracasos y sugerir alguna mejora.


Paseos por la intervención social (III)En esto de la intervención social hay tres conceptos con los que uno se topa con frecuencia: son el diagnóstico social, el profesional de referencia,  y la prescripción social. Conceptos que creo que tendríamos que debatir, aclarar y revisar, más allá de lo aparente.
Sobre el primero de ellos, sin renegar de las necesarias categorizaciones (útiles a mi juicio para poder entendernos y menos para intervenir), creo que el diagnóstico debe ser compartido. No creo en los diagnósticos realizados por un único profesional. Considero que deben ser elaborados de forma conjunta por toda la red de profesionales que intervenga en cada caso e, idealmente, con la participación de la persona y su familia.
Pero más allá de eso, en los terrenos de la intervención social hay una fuerte disociación entre diagnóstico y tratamiento, sin que éste se derive necesariamente de aquel. Acceder a un recurso que presumiblemente pueda solucionar el problema depende en gran medida de la disponibilidad del mismo y frecuentemente de que una combinación entre azar y oportunidad lo permita. Por otro lado, los recursos a los que permite acceder un determinado diagnóstico, con demasiada frecuencia en nada sirven a la resolución de la problemática.
En mi práctica profesional me veo en muchas ocasiones con un diagnóstico elaborado en equipo, realizado con tiempo y profundidad que, en sí mismo, no sirve para nada. Tras realizarlo, viene la segunda parte: hacerlo valer ante la red de servicios sociales especializados y ante otros sistemas públicos de protección social que (con honrosas excepciones) mantienen una actitud defensiva ante el diagnóstico expuesto. La deslegitimación del diagnóstico (cuando no la desconfirmación de quien lo ha realizado) es demasiado frecuente en nuestra práctica. E insoportable cuando se realiza desde intereses espurios o desde la incompetencia técnica, que, dicho sea de paso, también es muy habitual encontrar.
Lo cual nos lleva, continuando el paseo, a los otros dos temas que he nombrado. Se reclama con mucha frecuencia la prescripción social para los profesionales, pero a mi juicio eso tiene algunos problemas. Por un lado se circunscribe la prescipción social al paradigma necesidades-recursos: hay una necesidad objetiva e inequívoca que se diagnostica y se prescribe por tanto el recurso que la soluciona. Ello supone un empobrecimiento de la función profesional, aproximándola a esa "expendeduría de recursos" que tantas veces hemos denostado pero que a veces parecemos reclamar como función identitaria propia.
Hablar de prescripción social en estos términos a mi juicio constriñe la intervención profesional y, como he expuesto en varias ocasiones, sustituye la función de "establecer relaciones de ayuda" por la de "establecer relaciones para dar ayuda(s)"
Y el otro concepto problemático es el del profesional de referencia. Muchas leyes incluyen el término, reclamando que toda persona destinataria de la intervención social tenga un único profesional de referencia que realice el seguimiento y garantice la coordinación de las actuaciones dentro del sistema.
Se reclama del mismo modo que ese profesional sea del Trabajo Social. Estoy de acuerdo, pero más que de del profesional que se trate o de las funciones que se le atribuyan debiéramos preocuparnos por la capacidad para desarrollarlas. Más claramente: por el poder que tenemos para desarrollarlas.
De nada vale la legitimación si no se acompaña del prestigio, respeto y poder para la función.
Por ejemplo, dentro del sistema sanitario, si yo ando con un problema de salud, el único modo de
acceder a un especialista es a través del médico de atención primaria, quien debe diagnosticar, evaluar la necesidad y derivarme. A pesar de todas las proclamas y normas, ello no ocurre en el sistema de servicios sociales. El acceso directo a los servicios especializados no sólo es posible, sino muy frecuente y, en otras muchas ocasiones, el paso por los servicios sociales de atención primaria es meramente protocolario o instrumental.
Y con estos conceptos que creo que habría que revisar, termino por ahora este paseo por la intervención social recordando otro de los proverbios chinos que utiliza Wang y que creo que es muy de aplicación en esto de la intervención social.
Dice así "En el agua demasiado pura, no nadan los peces".
Nos vemos en el camino.
Paseos por la intervención social (III)

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