Hay momentos importantes en nuestra vida pero que a veces son poco notorios porque son internos y extremadamente personales. Si estamos en la disposición de identificarlos y experimentar el proceso como tal serán momentos que nos cambiarán la manera de vivir. Escuché a una amiga decir que la tristeza es una emoción perdida si no nos lleva a la reflexión. O el enojo si no nos lleva al cambio. Por esto es importante preguntarnos si las decisiones que tomamos acerca de nuestros sueños, metas, familia, estudios, trabajo, iglesia son ¿por pasión o por conveniencia? Por conveniencia la satisfacción será temporal, por pasión duradera. Por conveniencia: para recibir reconocimiento de otros, para ganar dinero, para quedar bien, para hacernos de un buen nombre, para escalar puestos, para impresionar a otros. Por pasión haremos lo que ya somos, lo que hemos venido haciendo solo que mejor que ayer. Y como se diría a manera de cliché: Mañana mejores que hoy. El punto es que ya somos algo que hemos venido haciendo por muchos años y solamente es cuestión de mejorarnos como seres humanos, profesionales y seres sociales.
Thomas Merton escribió: ¨Finalmente he llegado a la conclusión que mi mayor ambición es ser lo que ya soy¨. No digo que anhelemos la mediocridad, sino que debemos avanzar, esforzarnos y luchar cada día…pero cuando sacrificamos la familia por un proyecto (sea cual sea), la salud por un trabajo (que a veces ni es bien remunerado), los sueños personales por el sueño de alguien más…entonces para mí no tiene sentido vivir de esa manera.
La lección más grande que aprendí el año pasado por diversas situaciones que se dieron a mi alrededor, fue que la vida es muy corta para vivir el sueño de alguien más, es demasiado corta para ser infeliz haciendo lo que no nos gusta y para dejar de ser quienes somos y expresar el mensaje que tenemos que expresar.
¿Lo que hacemos hoy nos apasiona o nos conviene?