Revista Cultura y Ocio

Pasivo tú, pasivo yo

Por Igork
Pasivo tú, pasivo yo Esto va de una serie de gentes que viven encapsuladas en su Matrix particular, básicamente la cajita del trabajo, la cajita de la familia feliz, la cajita de qué bien estamos y la cajita de mi país mola mogollón. Y así pasamos los días, cogiditos de la mano. Si quieres una aventura, te enchufas El último mohicano en la tele, si quieres emociones, saber qué pasa en el mundo, sentirte que no caminas solo como los hinchas del Liverpool, intravenoso de Twitter o Facebook o Uatappapaps’s, que no estoy nada seguro de lo que es. Maravilloso. Y, sobre todo, higiénico e indoloro. Si te apetece hacer de machito y te sale la testosterona por las orejas, joder, a qué esperas para conectar la PlayStation 333 y vaciar el cargador. Ah, hombre, ¿y la democracia? ¡Ah! ¿Eso? Nada, pero si ya vamos a votar cada cuatro años. Incluso hay gente que deja mensajitos en las páginas web de los diarios desde casa, con la cale o el aire acondicionado a tope máquina. Perfecto, pues. Y luego me quejo. Deberían prohibirme.
La metáfora más plástica de los pasivos llega ahora en forma de bañeras. Sí, son unas bañeras normalmente ubicadas en centros de belleza y peluquerías (el peluquero paquistaní que conozco no la tiene, todavía) con unos simpáticos pececillos dentro cuya silueta recuerda..., ¿un tiburón, una piraña, una...?. Metes las manos o los pies y vuelan los peces a devorar la piel muerta. Es como una pequeña descarga eléctrica. Fantástico. Los pececillos comen lo que te sobra. Pero, haciendo un silogismo simplísimo, hay que recordar que los carroñeros viven de los muertos. Como los corruptos en España viven de los pasivos. ¿Somos, pues, una sociedad muerta? Los indignados, los únicos despiertos. ¿Pero qué porcentaje son de la población, el 1%? Ay. No quiero despertar y encontrar que mi vida no tiene sentido sin mi Smartphone.
Fdo. Igor Kutuzov. Un pasivo mayor.

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