Los prácticos podrían afirmar que un paso suena a un paso. Un pie, una zuela tras otra y según el tipo de superficie, firme o resbaladizo. Poco más, quizás.
Las metafóricas almas en vela me comentarían, probablemente, que un paso es solo una forma de avanzar en la vida y que el sonido de la esperanza en continuar con la lucha del progreso es la única melodía que valdría la pena extraer de ellos.
Un lector versado en el noble mundo de la danza podría sugerir que no hay nada como un “Punta-talón-punta” para definirlo. Para darle expresión y gracia. Que dar pasos de forma correcta es un arte, y como tal, hay que tomarlo en serio.
Y por supuesto que estoy totalmente de acuerdo con todas y cada una de estas reclamaciones.
Mi título del post de este domingo habla de pasos metafóricos; artísticos; estéticos; luchadores de superficies inestables; prácticos.
No sé si os habéis fijado- o más bien percatado- de lo que el sonido de un paso de cine puede decirnos.
Se me vino a la cabeza en mi entretenimiento por relajarme frente a la pantalla de mi ordenador esta tarde.
El tacto de un tacón con el firme suelo de una calle abarrotada de personas no suena lo mismo que el de una calle solitaria. Lluviosa o embarrada. Del siglo XXI o XIX.
Es impresionante como el sonido de los pasos compone la primera y primigenia banda sonora de cualquier imagen en movimiento. Simplemente, porque tus pasos son un perfecto identificador de tu entorno, situación y personalidad.
Pero ya sabemos que las primeras impresiones suelen engañarnos, así que no no dejemos engañar tampoco por el primer sonido que nos lleguen de algún primer paso. Porque también van evolucionando y merecen segundas oportunidades. Porque protegen nuestros dedos de posibles heridas y nos ayudan a mantenernos en la tierra. Con los pies en ella.
Con tacón o sin tacón, cada paso es un mundo. Y como tal, una melodía nueva.
Felices pasos de este fin de domingo.