
El 9 de diciembre pasado se cumplieron dos años de la asunción de Passarella como presidente de River. Llegó con aires de justiciero, apuntándole alto con el dedo a Aguilar, acusándolo de todo lo que es posible y prometiendo una filosa auditoría que iba a develar todos los negociados y pecados que fueron consumiendo al club lentamente. A día de hoy, la famosa auditoría (que encima no auditó la era Aguilar completa) apenas tiró chispitas por irregularidades en la venta de Belluschi. El Káiser, en cada aparición pública o entrevista, sigue acumulando aliento contra su antecesor, pero sin poder aportar una sola prueba para materializar tantas palabras.
Muchas cosas puede decir Aguilar, yo puedo hacer un libro con cosas para decirle. Veremos lo que dice cuando el abogado le diga que tiene que hablar”
Ante cada inconveniente que surge (que en River sobran, justamente), Passarella siempre se acuerda de Josema y recuerda que recibieron un club destruido, sin plata, deudas, con 80 mil pesos en la caja, y que todo es cuesta arriba y bla bla bla… Javier Cantero, flamante presidente de Independiente, asumió hace un par de días en condiciones algo similares y también solamente 84 mil pesos, según el vicepresidente Keblaitis. A diferencia del Káiser, el discurso de Cantero en estos días fue el de:
No hay tiempo para mirar atrás, hay que salir adelante. Siempre dijimos que esperábamos encontrar lo peor, así que ahora no puedo llorar sobre la leche derramada. Nosotros sabíamos que estaba todo muy mal y ahora tenemos que encontrar soluciones”.
Passarella heredó una situación terminal, sí, nadie lo duda. Pero en vez de buscar avanzar y tapar tantos agujeros, dejó seguir avanzando el virus. Tuvo tres campeonatos y tres mercados de pases, la mitad de la campaña que terminó hundiendo a River en la B Nacional. Va siendo hora de hacer un poco de autocrítica, parar de mirar para atrás con el mismo speech de siempre y asumir las cosas.
