Paternalismo… ¿la mejor opción?
" data-orig-size="1920,1344" sizes="(max-width: 300px) 100vw, 300px" aperture="aperture" />Hace algunos días en las redes sociales surgió un debate sobre el paternalismo como conducta en la crianza de los hijos. Todo a raíz de recientes jornadas lluviosas y bajísimas temperaturas, que obviamente hicieron titubear incluso al más bravo a la hora de salir de casa.Pero aunque el tema quedó en el ciberespacio solo en aisladas reflexiones, en una especie de máquina del tiempo esta comentarista viajó al pasado y recordó que NI lluvia o sol, calor, frío, o el más prolongado temporal provocaron jamás un repliegue familiar en la decisión de llegar a la escuela.
Esa fue precisamente la tesis del debate en las siempre polémicas redes, y también la de este ejercicio de opinión, pues la tendencia a dejar hijos en casa ante el más mínimo descenso de los termómetros o una lluvia leve, al parecer en 2018 marca pautas.
Hoy se experimenta un panorama paternalista en la sociedad cubana, exacerbado tal vez por los tiempos de crisis vividos desde los años noventa.
No se trata de enjuiciar actitudes — cada cual es autónomo en el modo de llevar adelante una familia— pero recuerdo en mi época, incluso con menos andamiajes para cubrirse de la lluvia o el frío, y hasta del Sol; las aulas permanecían llenas en días climáticamente complejos, porque lo importante, lo único importante, era instruirse.
Pero no solo en torno al clima se manifiesta el asunto.
Lamentablemente otras perjudiciales conductas como el maratón en busca de avales y certificos para esquivar escuelas al campo y servicio militar, en mi criterio dan cuenta de la sobreprotección que ha calado nuestros hogares en las últimas décadas.
Que nadie lo dude: se exageran muchos síntomas y dolencias, “impedimentos” del buen hacer de nuestros hijos en las escuelas al campo, para evitar esa experiencia a adolescentes en desarrollo. Y reitero, esta es mi opinión muy personal, pues del periodismo no es propósito coartar libertades.
Sin embargo, pese a que las condiciones no son las mejores en esos espacios donde el vínculo estudio-trabajo se concreta, nuestros hijos se crecen allí como lo hicimos nosotros, aprenden a resolver SOLOS situaciones y agravantes hasta el momento no experimentadas por ellos.
Y del almuerzo en cantinas hasta la primaria no quiero dejar de hablar, porque si bien los comedores escolares aún distan de satisfacer enteramente el gusto de los pequeños, están allí, y más que obviarlos lo mejor sería tratar de complementarlos con nuestros recursos.
La comida en la escuela NO es la mejor. Pero sucede con muchísima frecuencia que la de casa en ocasiones tampoco cumple su cometido, y el pequeño obvia ambas variantes: comedor escolar y alimento familiar.
Las cosas han cambiado, y los comedores de las instituciones docentes no constituyen excepción, pero no recuerdo en duros años noventa los altísimos niveles de inasistencia al almuerzo de la escuela. Ese también fue un espacio de crecerse, para hijos y padres.
Quizás alguien discrepe, pero como periodista y madre de familia tengo el deber de afirmar que el paternalismo lastra indefectiblemente la crianza de los hijos, y aunque de él seamos víctima alguna que otra vez, dista muchísimo de ser la mejor opción.