Continúo la historia del Archivo de la Villa (parte V), en el que se empiezan a establecer una serie de normas para el control de los documentos y del personal que allí trabaja.
Archivo de la Villa: S.XIII-1858
A comienzos de este nuevo siglo, don José Francisco Salcedo y Aguirre, marqués de Vadillo, intenta organizar el archivo de la Villa, realizando dos tareas: recopilar los documentos de la Casa Consistorial y su archivo y realizar un inventario de esos mismos documentos.
Nombran a Juan Cristóbal del Barco y Juan Isidro Fajardo como regidores responsables del archivo, denominándoles “comisarios para la composición del Archivo”. Y existe un personal auxiliar para las tareas de organización, clasificación y ordenación.
Si una persona retuviera un documento municipal ilegalmente, se le otorgaría la excomunión. Además, aparece un especialista en letra antigua que puede leer e inventariar los documentos, clasificándolos como ejecutorias, privilegios, escrituras y procesos. Todos ellos ordenados alfabéticamente.
Estas medidas no tuvieron mucho éxito y Juan Cristóbal del Barco propone otras, como el pago al personal del archivo y que el secretario firmase el Libro Becerro de Propios para que se pudiese presentar como prueba en los juicios. Estas peticiones, no tuvieron éxito, porque no había dinero y por lo tanto, tampoco se incorporó al especialista en letra antigua. Sin embargo, se siguió recogiendo documentación de las dependencias municipales.
Siempre que se hacían peticiones para mejorar el estado del archivo, se hacían oídos sordos. Según Timoteo Palacio, en 1716, el archivero era Juan Pedro Godi, y dos años más tarde Francisco Méndez.(Palacio, 1875). En ese momento además, las llaves del archivo las posee, don Julián Moreno.
A mediados del S.XVIII, la Corona pretende reorganizar las haciendas locales, y el Concejo de Madrid se da cuenta, de que corre peligro si no justifica con documentación sus derechos de propiedad. Ante esta situación, el Secretario de Gracia y Justicia, marqués de Villarias, ordena al conde Maceda, que es el nuevo gobernador, que compruebe si existe un archivero, la situación de la instalación, las condiciones en las que está y los problemas que habría que solucionar para tener el archivo en correcto funcionamiento.
Ante este mandato, el conde de Maceda, exigió el 22 de septiembre de 1746, que el Ayuntamiento creara una plaza de archivero con un sueldo determinado, que se supiera dónde estaban las llaves del archivo, el número exacto de documentos, así como los inventarios existentes. Como consecuencia, se redacta un informe en el que se detalla: la existencia de tres llaves, las normas del archivo, el regidor decano y el secretario más antiguo, así como la norma de abrir sólo a los nobles, cuando se necesitaba algún documento.
Siempre que se hacían peticiones para mejorar el estado del archivo, se hacían oídos sordos. Según Timoteo Palacio, en 1716, el archivero era Juan Pedro Godi, y dos años más tarde Francisco Méndez.(Palacio, 1875). En ese momento además, las llaves del archivo las posee, don Julián Moreno.
A mediados del S.XVIII, la Corona pretende reorganizar las haciendas locales, y el Concejo de Madrid se da cuenta, de que corre peligro si no justifica con documentación sus derechos de propiedad. Ante esta situación, el Secretario de Gracia y Justicia, marqués de Villarias, ordena al conde Maceda, que es el nuevo gobernador, que compruebe si existe un archivero, la situación de la instalación, las condiciones en las que está y los problemas que habría que solucionar para tener el archivo en correcto funcionamiento.
Ante este mandato, el conde de Maceda, exigió el 22 de septiembre de 1746, que el Ayuntamiento creara una plaza de archivero con un sueldo determinado, que se supiera dónde estaban las llaves del archivo, el número exacto de documentos, así como los inventarios existentes. Como consecuencia, se redacta un informe en el que se detalla: la existencia de tres llaves, las normas del archivo, el regidor decano y el secretario más antiguo, así como la norma de abrir sólo a los nobles, cuando se necesitaba algún documento.