(Fotografía del autor)
Me gusta pensar que siempre fue así, un pequeño pueblo blanco dulcemente herido por la luz del sol, con las murallas de Valencia a la vista, rodeado de moreras. Quizás por ello sus pobladores crecen sin saberlo enamorados del suelo que pisan. Quizás por ello les es difícil marchar a un norte sin sol, como cuesta introducirse en el agua helada.