Es un tanto extraño ir en barco de vacaciones a un lugar cerca de donde acaba de haber un ataque químico y la presencia de buques de guerra en alerta está aumentando. No sé, no me imagino a nadie yendo de vacaciones a la Suecia de 1939. O sí.
Occidente se derrumba.
Como voy a estar por la zona que fue el Imperio Latino en el siglo XIII, también tocaré la maravillosa Grecia, un lugar en el que la crisis económica tiene un componente logístico muy curioso: aviones fletados cargados de euros para evitar el pánico bancario.Hurr Durr.
Si mientras estoy fuera de Occidente no se declara la Quinta Guerra Mundial, os contaré mis impresiones. Intuyo que os las puedo contar ahora ya que tengo mucha imaginación, pero mantendré la emoción.Ah, qué descanso salir de España e ir a un sitio donde se emplean armas químicas, donde la URSS está tocando las narices, los campos de refugiados se cuentan por docenas y donde hay poco aprecio por el prójimo. Ahí os quedáis con Messi, con los debates de patio de vecinos, con Gibraltar, y con Soraya la Fea.
Una pena que vuelva —si vuelvo— antes del 11 de septiembre, porque tocará volver a explicar que el hecho de que si alguien le tocó la chorra a alguien hace trescientos años, eso no es un argumento para cambiar el status político de un territorio. Sé que a muchos os cansan estas batallitas de Artur Mas, Rajoy y la Bruja Avería, a mi también. Sé que preferís que escriba reseñas graciosas de películas o que continúe criticando el idealismo alemán (que hoy resurge en plan místico-paleto). E incluso me consta que la serie que estoy haciendo sobre la historia de España sin caer en la Leyenda Negra y desde el noroeste, entretiene a más de uno. Sin embargo, me niego a no participar en aquellas batallitas. Me niego a que los malos ganen por incomparecencia del contrario. Me niego a que quienes piensan como yo (o algo parecido a lo que yo) crean que están más solos de lo que están.
En cierta ocasión a Bob Marley le pegaron un tiro. Tras las curas, el día siguiente volvió a subirse a un escenario. Le dijeron que era una imprudencia, que en su estado no podía dar el concierto. Él respondió que los malvados no se tomaban ni un día de descanso y que él tampoco iba a descansar. Ése es el espíritu.