Revista Cocina
Cada vez que preparo un plato con pavo recuerdo aquel día de Navidad en el que se me ocurrió hacer uno y a las cuatro de la tarde aun estábamos todos mirando el horno a la espera. ¡Madre mia! Comimos pavo seco una semana, jaja. Menos mal que aunque no sabía cocinar ideas tenía muchas y poco a poco lo fui reciclando. Siempre me ha costado mucho tirar la comida que se podía aprovechar.
Pero este plato no cuesta tanto tiempo prepararlo ni queda tan seco. Y si está bueno o no ni se pregunta. ¡Está riquísimo!
Los platos con cava quedan fenomenal. También se puede usar media botella de las que quedan después de haber compartido una entre dos. Si es que sobra algo claro.
Necesitamos que la carne sea muy fresca y las hortalizas también. He usado una cebolla pequeña morada y otra de figueras, son dulces y de sabor muy fino, eso ayuda a que la salsa sea más sabrosa. Las zanahorias son de las que vienen con hojas y el tomate de colgar. Hacen una salsa para no parar de mojar pan.
Primero hay que quitar todas las plumas a los muslos. Secar bien y condimentar con sal.
En una cazuela, con aceite de oliva, doráis los muslos por todos los lados a fuego suave. Retirad y a continuación dorar la cebolla y los dientes de ajo enteros y sin pelar. Aplastar un poquito antes de añadir al sofrito.
Cuando la cebolla esté transparente introducir el tomate a cuartos y las zanahorias a tacos. Cocinar a fuego lento hasta formar una base que se parezca a una mermelada. El fuego lento es el secreto de este plato.
Colocar en la cazuela los muslos y condimentar con las pimientas, el laurel y el tomillo fresco. Echar los dos vasos de cava. Cocinar a fuego muy lento hasta que el pavo esté muy tierno y el líquido se haya reducido dejando paso a una salsa espesa.
Con patatas, con pan, con arroz, con pasta... Mucho mejor de un día para otro.
¡Qué aproveche!