Revista América Latina
Creo oportuno el postear esta columna escrita por Augusto Álvarez Rodrich para el diario La República de título La Guerra del Fin del Mundo, donde destaca el siguiente hecho: La elección del domingo que pasó ha desencadenado la desconfianza y la intolerancia.El resultado del domingo ha desatado una intolerancia que se está manifestando en un conjunto de agresiones condenables, lo cual es paradójico en un contexto en el que dicha votación ha puesto a los peruanos en la encrucijada de tener que encontrar, durante las próximas ocho semanas, alguien en quien confiar a pesar de que las opciones disponibles generan tremenda desconfianza.Ollanta Humala carga con la pesada mochila de que muchos creen que su gobierno sería una filial chavista en el Perú, y que traería turbulencia y retroceso económico por el cambio de Constitución, el regreso del estatismo y la renegociación de los acuerdos económicos centrales –como los TLC–, además del recorte de libertades esenciales como la de expresión.Keiko Fujimori, por su parte, no implica un riesgo económico pero sí el del retorno a un régimen autocrático, corrupto y violador de los derechos humanos como el que, sin duda, fue el de su padre, razón por la cual deberá pasar veinticinco años en la cárcel salvo que –como se sospecha– sea indultado por el presidente Alan García o por su hija si es que ella gana la elección.Sin embargo, las elecciones limpias deben ser respetadas si es que se cree –como debe ser– en la democracia. La del domingo lo fue y ahora no hay otra opción que elegir entre dos opciones que proyectan mucha desconfianza.Ante ese escenario, a Humala y Fujimori les están exigiendo pruebas para despejar las dudas, lo cual no deja de ser curioso pues la desconfianza que existe sobre ellos por parte de algunos sectores es tan grande que, aun cambiando tripulaciones y hojas de ruta, va a ser difícil que al final les crean.En ese contexto, mientras que durante las próximas ocho semanas cada peruano tendrá que decidir en su fuero íntimo, y con mucha incertidumbre, por quién votar, algunos están lanzando ataques groseros e inaceptables contra quienes creen que pueden expresar su decepción por el resultado del domingo.Esto incluye, entre otras expresiones condenables, una andanada racista en las redes y en el periodismo –Gastón Acurio exigió el domingo que “paren ya mismo esos comentarios racistas”–; un alud de agresiones en la red contra la periodista Rosa María Palacios tras su accidentada entrevista con el humalista Carlos Tapia; y una hostilidad inaceptable contra Mario Vargas Llosa y su familia luego de que el escritor anunciara que no votaría por el fujimorismo y que evaluaría las actitudes de Humala antes de votar por él.Curiosamente, los que hoy atacan a Vargas Llosa son los mismos que lo endiosaron cuando recibió el Nobel. Y son los mismos miserables que, cuando Alberto Fujimori compitió con él en la elección de 1990, lo atacaron con el mismo racismo que hoy exhiben.