Me pareció importante que lean esta artículo escrito por el periodista Pedro Salinas para el diario Perú 21 titulado Oh llanta en el que analiza la postura política de Ollanta Humala, candidato presidencial por Gana Perú y líder del Partido Nacionalista Peruano:
“Yo soy antisistema”, dijo Ollanta Humala hace unos días, en una entrevista, apuntándose con aire triunfal, cómo no, como si fuese uno de los favoritos. Y, la verdad, no sé si alguien se lo ha dicho ya –y si no, Siomi Lerner debería hacerlo de una vez–, pero el rollo del antisistema, del outsider, o lo que cuernos signifique aquello, era para gritarlo y capitalizarlo en el 2006. No ahora. Porque actualmente, si el líder del nacionalismo no se ha dado cuenta todavía, hace rato que ya forma parte del sistema y de la partidocracia imperante.
Que conste, además, que por culpa suya. Y no como consecuencia de una conspiración soterrada de la derecha. Ni de un complot de la CIA. Ni debido a la intervención de Jack Bauer. No.
Humala ha tenido todo un lustro para consolidar y construirse un espacio político de cara a abril del 2011. Ha tenido una bancada importante. Tiempo para reclutar cuadros políticos más solventes. Un intervalo razonable para esbozar un plan de gobierno que no espante a la gente, sino que la atraiga. Sobre todo, pudo haber sido durante el quinquenio aprista la fuerza opositora que pusiera los puntos sobre las íes ante los desbarajustes gubernamentales, que no han sido pocos. Pero nada.
Teniéndolo todo para erigirse como la alternativa de recambio, en vez de eso, Ollanta Humala optó por flotar como un corcho, a la deriva, desnudando su incapacidad, perdiendo la posibilidad de irrumpir, ahora sí, como un candidato de fuste, con empaque. Sin embargo, no fue así. Lo hizo todo al revés. En lugar de encabezar una fuerza de izquierda inteligente, centrada, con ideas claras, digeribles, modernas, y mucho más moderadas que las que exhibió en el 2006, en lugar de ello, decía, siguió mostrándose como lo que nunca dejó de ser. Un híbrido. Un Frankenstein ideológico, al que le han cosido remiendos velasquistas con posturas radicales, al que le han zurcido pedazos de discursos a favor de las inversiones con soflamas antiteelecé, al que le han pegado retazos chavistas con fragmentos de la barba de Lula. Y, como era de esperarse, su cuello siguió adornado con un par de tornillos que, cada vez que se los ajustaban, le hacían abrir la boca para hablar de economía nacional de mercado, un concepto que ni él sabe cómo explicar, y el resto no sabemos cómo entender.
En suma, cada quien tiene su pronóstico, naturalmente. Como es el caso de Augusto Álvarez Rodrich. El buen Augusto, verbigracia, tiene la corazonada audaz de que, Ollanta va a ser presidente del Perú. No ahora. Ni mañana. Sino en algún momento. A punta de tenacidad. Como tenaces fueron Allende o Lula. Eso sí. No sabemos cuándo. Ni cómo. Quizás cuando Humala tenga 55 años. O acaso alguito más. No lo sé. No estoy seguro de ello. Ni de nada. Pero, vamos, puede ser. Estamos en el Perú, donde todo puede suceder.
Por lo pronto, y mirando alrededor, dice Humala que ha madurado y que ha cambiado. Y, ojo, yo le creo. Porque supongo que es cierto. Su problema, en mi pequeña opinión, es que esa madurez y ese cambio también deberían reflejarse nítidamente en su propuesta política, para que el votante pierda el miedo o simplemente lo vea como una alternativa confiable y viable. Eso, pienso, no lo está percibiendo todavía buena parte de la ciudadanía. No importa. Al cabo, tiene cinco años más por delante para trabajar en ello, y en proveerse de un mejor sentido del humor, que también le falta. En cualquier caso, como digo, tiene un lustro adicional para chambear duro, porque en estas elecciones ya puede irse dando por jodido. Dicho sea con todo respeto. Y fíjense que, luego del susto de los comicios pasados, hasta este columnista creyó que Humala iba a jugar un papel protagónico en las elecciones de este año. Pero no. Me equivoqué. Apenas parece un actor de reparto. Y aunque haya subido un par de puntos en las encuestas, y acaso suba algo más en las próximas semanas, va a quedar en esta oportunidad, creo, lejos y rezagado de la meta. Se le pasó el tren, otra vez.