Ollanta Humala contó con un respaldo cercano al 32%. Keiko Fujimori obtuvo el 23%. Y eso no debe perderse de vista en esta campaña que vuelve a comenzar. En tal punto comienza la negociación para atemperar posiciones y convencer al electorado que no acompañó a ninguno de los dos y suma casi la mitad.
Si el objetivo de aquí a junio será correr al centro, lo que hizo la congresista Fujimori en los últimos días de campaña fue achicar su cancha e irse en estampida al extremo derecho.Durante la primera parte de la campaña, Fujimori intentó escribir una narrativa de riesgoso equilibrio y alguna posibilidad (ver Hasta Aquí Nomás. Editorial de Caretas). El “montesinismo” representaba al pasado y ella era el futuro del fujimorismo. Fue Keiko quien se opuso supuestamente al ex asesor en la última etapa de esa década y tuvo que enfrentar en el país la cobarde renuncia de su padre desde el exterior, vía fax.Pero al final todo volvió a la ruta de los halcones nisei, que parecieron tomarse el estrado de su mitin de la noche del domingo 10, en la entrada del Hotel Bolívar. Tanto ahí como en su mitin de cierre de campaña, tres días antes, le pidió al público que los cánticos a favor de su padre se escuchasen “hasta la Diroes”. Reivindicó el gobierno de Alberto Fujimori como “el mejor de la historia” y justificó el autogolpe recién conmemorado. Ahora pretende reeditar el mal menor tan frecuente en la historia electoral del país bajo el disfraz de la continuidad del modelo.
La simbología ya parecía cábala. Fujimori y su equipo de campaña se reunieron el domingo en el mismo salón del Hotel Bolívar donde hace casi 11 años fue presentado el video Kouri-Montesinos que precipitó la caída del régimen y dio paso a una hemorragia sin precedentes de evidencia sobre corrupción. Esa mañana la parlamentaria y su familia desayunaron en la misma mesa de madera tallada en la que su padre comenzó el día de las elecciones aquel lejano 1990. Kenyi Fujimori, aquel niño que dijo que de grande quería ser presidente, ha salido elegido al Congreso con el lema publicitario del “sí, trabaja como el Chino”.Y todo resulta inaceptable.
Por si fuera poco, y esto suele olvidarse, la Economía al final de los 90 terminó por las patas de los caballos. La recaudación se vino abajo y al gobierno de Toledo, que fue figura principal en la recuperación de la democracia, le tocó revertir la recesión. De entonces también provienen los contratos de estabilidad para la minería que son tan rechazados símbolos electorales hoy. Y allí está la tragedia de Islay como ejemplo contemporáneo de irresponsabilidad ambiental y capitalismo salvaje.Buena parte del equipo, cercano entonces a la joven Fujimori, es quien hoy la acompaña. La reunión con su equipo técnico celebrada el lunes 11 era un retorno al año 2000. Desaparecido está Santiago Fujimori y ahí figuran, además de Jaime Yoshiyama, los ex ministros Marino Costa Bauer, Augusto Bedoya y Fernando de Trazegnies. Milagros Maraví, asesora principal del fallecido ex premier Alberto Bustamante, recuperó su influencia en el círculo.Luz Salgado es otro de los personajes revividos desde las catacumbas del fujimorismo. Poco después de conocidas las proyecciones de resultados para la segunda vuelta, la congresista electa declaró que Máximo San Román debería ponerse “a la orden del país” e integrar el gabinete fujimorista.Debe ser esa ironía nada sutil de la tienda naranja. San Román es el cusqueño que salió elegido vicepresidente en la plancha-aluvión encabezada por Alberto Fujimori, en 1990. Y tuvo el arrojo de renunciar al gobierno en 1992, luego del autogolpe del 5 de abril y a pesar de la aprobación de buena parte de los medios y la población.Por eso sería de no creer que integre la candidatura del preso de la Diroes.