Revista Espiritualidad
Ya ha arrancado el nuevo curso escolar. Ya nos lleva en volandas entre tanto pupitre y tanto nuevo propósito. Ya cae la hoja, se cierran las piscinas y el gazpacho ha dejado de estar en los menús del día.Unos llorarán la marcha del verano y otros desempolvarán con disimulada alegría los jerséis y las chaquetas, que ocuparon estos meses el fondo del armario.Winter is coming, sentenciaba aquel.Ahí andamos, con mucho ajetreo, con bodas, con cenas y comidas familiares, con el peque creciendo de manera inusitada. Leyendo cuando se puede y también cuando no. Novedades en el trabajo, esperemos que para bien, que esto nunca se sabe. Pedaleando ya sabéis. La cuesta de septiembre ya acaba y emprenderemos la "bajadica" hacia octubre, que ya nos llevará resbalando, resbalando hasta las mismas navidades. Hay que ver las velocidades que cogen las cosas cuando no estás pendiente de ellas, cuando te dedicas a mirar el paisaje y haces otros planes.¡Cómo me gustan las bodas! Una amiga de una muy amiga, dice que como no van a gustar si se bebe, se come y se baila con autentico desenfreno, sin medida, dándolo todo.Me veo en las fotos y ya no veo un chaval. ¿Dónde quedó? Y sin embargo, si no hay espejos o fotos cerca que deshagan el encantamiento, aún siento la ilusión y las fuerzas de la juventud, la sorpresa, la sensación de que lo bueno viene ahora. La fe en el futuro y las ganas de cambiar las cosas. Un mundo mejor y un lugar donde el amor sea la moneda de cambio. Me creo capaz de mover montañas y ponerme el mundo por montera, pero ¡ay!, si alguno de estos artefactos nombrados me acerca una imagen de mi mismo, no me veo, no me reconozco, recuerdo a mi padre más joven incluso que ese yo reflejado. ¡Ay! Ese caer, ese resbalar, esos hilos del tiempo que pueblan mis sienes, esas arrugas en las comisuras de los ojos, esa vista cansada, ese ánimo polvoriento, ese traje pasado de moda.Los zaguanes de nuestra existencia, que van quedando atrás.Agachas la cabeza y recuerdas el poema de Miguel Labordeta: ¿Por qué vertientes terribles se despeñan
los corazones de los viejos relojes parados?
¿Dónde encontraremos todo aquello
que éramos en las tardes de los sábados,
cuando el violento secreto de la Vida
era tan sólo
una dulce campana enamorada?
Pues yo registro los bolsillos desiertos
y no encuentro ni un solo minuto mío,
ni una sola mirada en los espejos
que me diga quién fui yo.
(Fragmento de Retrospectivo inexistente)