Revista Cultura y Ocio

Pedro I de Rusia o Pedro el Grande

Por Enrique @asurza

Pedro el Grande fue Zar de Rusia, ocupó el trono afines del siglo XVII, cuando en los países vecinos del Báltico gobernaba una generación de soberanos guerreros e imperialistas. Pedro el Grande o Pedro I de Rusia se proponía dominar el mar Negro y abrir un acceso al Báltico; Augusto II de Polonia, restaurar el imperio de Segismundo III; Carlos XII de Suecia, revalidar la hegemonía total del Báltico; Federico IV de Dinamarca, afirmar su dominio en el Sund, y Federico III de Prusia, introducir una cuña en la costa de Pomerania. Este agudo choque de intereses provocó en el norte de Europa el violento choque de las potencias bálticas y planteó el mismo problema de equilibrio de Estados que se dirimía simultáneamente en el oeste, en la guerra de Sucesión española.
El zar que habría de llevar a cabo la transformación de Rusia, imponiendo la europeización de un país anclado en la tradición multisecular, nació el 9 de junio de 1672. Era hijo del zar Alejo Mijailovich, de la dinastía Románov, y de su segunda esposa, Natalia Narishkina. Por su salud, inteligencia y curiosidad, Pedro el Grande se distinguió desde la infancia de sus hermanastros, los hijos de la primera mujer de su padre, María Miloslavskaia, y fue criado en un ambiente abierto a las influencias progresistas de Occidente.

El doble trono

Cuando el zar Alejo murió, en 1676, Pedro tenía sólo cuatro años. Ocupó entonces el trono su hermanastro mayor, Teodoro III, si bien el poder cayó en manos de los partidarios de la madre del nuevo zar, los Miloslavski. Al morir Teodoro, en 1682, se desató una feroz lucha por el poder entre la facción de los Narishkin, que proclamó sucesor a Pedro, y los strelzi, la guardia personal del soberano, animada por la facción de los Miloslavski, que pujaban por sentar en el trono al hermano de Teodoro, Iván V, pese a su salud enfermiza y a la debilidad mental que lo aquejaba.
Después de varias revueltas callejeras en que los partidarios de Iván, alentados por la hermana de éste, la princesa Sofía, dieron muerte a varios miembros de la familia Narishkin, se llegó a un acuerdo por el cual fueron coronados los dos hermanastros, Iván y Pedro. La princesa Sofía, que entonces contaba veinticinco años, se encargó de la regencia. Inteligente y decidida, la ambiciosa princesa gobernó junto a su preferido, Galitzin. Durante años estuvo expuesto en el Museo de Moscú el doble trono con una abertura en el dosel, por la cual la hermana dictaba su voluntad a los niños zares.

Alejo I de Rusia
Alejo I de Rusia

Alejamiento de Pedro el Grande al trono

Tras dominar una sublevación de la milicia que la había ayudado a hacerse con el poder y luego se había rebelado, Sofía afirmó su situación y envió a Pedro lejos del Kremlin, a Preobrajenski. En esa aldea cercana a Moscú, Pedro y su madre vivieron olvidados de todos, excluidos de la política y a menudo con sus vidas en peligro. Ello dejaría una impresión imborrable en el zar y determinaría su actitud negativa hacia los strelzi.

Formación

Pero justamente este olvido le permitió recibir una educación nada habitual en un soberano ruso, fuera de los estrechos muros del palacio. Pese a la mediocridad de su tutor, que fue el clérigo Nikita Zutov, pudo satisfacer su apetencia de saber, recorriendo como un particular las calles de Moscú. Cerca de Preobrajenski existía una slobodá, colonia donde se alojaban muchos extranjeros, hombres cultos llegados de Holanda, Inglaterra y Alemania, que le instruyeron en la vida de otros pueblos y le iniciaron en el conocimiento de la civilización occidental. Pedro estaba particularmente interesado por las matemáticas y la navegación, y entre aquellos compañeros que más tarde serían sus asesores se desarrollo su afición por los temas militares. El suizo Franz Lefort formó con cincuenta jóvenes de la edad del príncipe una compañía que en 1687 se convertiría en el famoso regimiento Preobrajenski, núcleo del futuro ejército ruso.

Matrimonio

También en la slobodá conoció a Ana Mons, la joven alemana que sería su amante. Este mismo año la madre del zar concertó su casamiento con Eudoxia Fiódorovna Lepukhina, una unión política destinada a demostrar que su hijo, a los diecisiete años, era ya un hombre capaz de llevar las riendas de su propia vida. Pero el matrimonio no habría de durar mucho tiempo: después de ignorar a su mujer, Pedro la hizo encerrar en un convento en 1698, aduciendo que estaba en connivencia con sus enemigos, cuando la realidad era que no toleraba la mentalidad tradicionalista de la bella Eudoxia.

Pedro I o Pedro el Grande toma el poder

Impaciente por realizar los grandes proyectos que se agitaban en su mente, Pedro el Grande no cesaba de manifestar su descontento contra su hermana y el favorito. Sin embargo el gobierno de Sofía fue decididamente progresista. Galitzin alimentaba vastos planes de reforma para reorganizar el ejército, la economía y la organización social del país, pero éstos fracasaron arrastrados por la falta de éxito de su política exterior. Las dos tentativas realizadas por un enorme ejército de nobles y siervos contra el kan de Crimea, vasallo de Turquía, terminaron en lamentables fiascos.
Pedro el Grande supo aprovecharse del descontento nacional para derribar al gobierno de la regenta. En agosto de 1689 se había desatado una nueva sublevación de los strelzi, y Sofía intento utilizar este hecho para dar un nuevo golpe de estado, obligando a Pedro el Grande y a su madre a encerrarse en el convento de Toritza. Pero éste reaccionó con la decisión requerida, detuvo a los consejeros de Sofía y la hizo acusar de haber atentado contra la vida de los dos zares. La princesa tuvo que retirarse al convento de Novodevichi, en el que más tarde tomo los hábitos. Pocos días después, el 11 de octubre, Pedro entraba en Moscú y Se hacía reconocer como único zar. Iván, el príncipe imbécil, renunció con docilidad a su parte de soberanía, si bien conservó los títulos y honores hasta su muerte, ocurrida en el año 1696.

Coronación de Pedro el Grande
Coronación de Pedro el Grande

Sublevación contra Pedro I

A comienzos del reinado de Pedro I, Rusia tenía un enorme poder territorial, pero no poseía accesos al mar Negro, al Caspio ni al Báltico. Llevado por la necesidad de abrirse un camino al mar Negro, en 1695 el zar organizó una expedición a fin de conquistar Azov y castigar a los turcos, que mantenían una larga guerra con su país. La primera de las campañas, en la que tomó parte como simple oficial el soberano en persona, terminó en un fracaso. En lugar de desanimarse, Pedro el Grande hizo construir de inmediato astilleros que permitieran la botadura de nuevas galeras, y él mismo trabajó como obrero en las atarazanas y mandó llamar del extranjero a artilleros y oficiales de marina. De esta forma, al año siguiente, pudo derrotar a la escuadra otomana y arrebatar Azov a los turcos. Para consolidar la victoria, los rusos fundaron Tangarov en la ribera norte del estuario del Don y dieron comienzo a la construcción de una gran flota.
Para no tener que recurrir a extranjeros en el futuro, Pedro el Grande envió a medio centenar de jóvenes de la aristocracia rusa a Holanda, Inglaterra y Venecia, a fin de que se perfeccionasen en las artes y ciencias. Él se disponía a acompañarlos cuando los strelzi, instigados por Sofía, una vez más volvieron a sublevarse y, aprovechando el descontento general atizado por la tradicional xenofobia rusa, organizaron una conspiración con objeto de dar muerte al zar y a los extranjeros que le rodeaban. Informado por uno de los conjurados, Pedro el Grande castigó a los culpables con crueldad y, después de haber asegurado la tranquilidad de sus estados por medio de sangrientas ejecuciones, se dispuso a emprender su proyectado viaje.

La gran embajada

La llamada «gran embajada» en Europa occidental comprendía cerca de 250 personas e iba encabezada por los «grandes embajadores» Franz Lefort, F. A. Golovin y P. B. Voznitzin. El objetivo declarado era estudiar la situación internacional y consolidar la alianza antiturca, pero la verdadera finalidad era obtener información sobre la vida y la cultura de la Europa del oeste. El zar visitó las cortes de Brandeburgo y Curlandia, donde prefirió estudiar la marcha de las fábricas, talleres, laboratorios y arsenales, en lugar de recorrer sus palacios. Luego abandonó a sus compañeros y continuó viaje de incógnito, bajo el nombre de Piotr Mijailov, hacia los países adelantados del oeste. Primero se dirigió a Saardam, pueblo entonces célebre en todo el continente por sus grandes obras de construcción marítima, en las que trabajó durante cuatro meses como aprendiz de constructor, viviendo familiarmente entre los obreros. De allí pasó a Amsterdam, en cuyos astilleros trabajó hasta obtener el título de maestro en la construcción naval. A mediados de enero de 1698 resolvió trasladarse a Inglaterra, y se negó a residir en el palacio puesto a su disposición por el rey Guillermo, alojándose en el astillero de Depfort. En ese país visitó factorías, arsenales, escuelas y museos, y asistió a las sesiones del parlamento. A la vez que continuaba sus estudios, contrató quinientos operarios y técnicos para que prestaran sus servicios en Rusia y de esa forma introdujeran las reformas que él había visto en Inglaterra. Cuando se disponía a visitar Venecia, tras haber pasado unos días en Viena cerca del emperador Leopoldo, una nueva sublevación de los strelzi le obligó a volver rápidamente a Moscú en el verano de 1698.
Desde el punto de vista diplomático, Pedro había llevado a cabo negociaciones con Alemania e Inglaterra destinadas a establecer alianzas contra los turcos, pero las potencias marítimas no quisieron comprometerse con el zar porque estaban abocadas a los problemas de la guerra de Sucesión española.

La transformación de Rusia

El partido nacionalista ruso se oponía a la política occidental del zar y los strelzi de la frontera sur habían vuelto a sublevarse, marchando sobre Moscú con el fin de oponerse a la vuelta del soberano y proclamar al zarevich Alejo, hijo de Pedro y Eudoxia. Los sublevados fueron reprimidos por los nuevos regimientos creados por el zar, quien a su regreso hizo revivir las sangrientas escenas de Iván el Terrible en el feroz castigo infligido a las tropas insurrectas. Los príncipes fueron ejecutados con toda su familia, mas de cien conjurados fueron colgados ante el convento donde vivía Sofía, y el resto de los rebeldes fueron desterrados a ciudades lejanas.
El cuerpo de esa indisciplinada milicia, origen de continuos disturbios, fue licenciado definitivamente, pues no se adaptaba a las nuevas necesidades de Rusia.
Aplastada la sublevación de los strelzi, el zar inició una serie de reformas destinadas a reorganizar el imperio, que en los próximos años afectarían todos los campos de la vida del país. Animado con la idea de sacar a Rusia de su atraso de siglos, que perjudicaba la política exterior y hacía peligrar la propia seguridad del imperio, el zar quiso precipitar la evolución de los acontecimientos y asimilar de una vez su país a la civilización occidental, incluyendo las costumbres y la indumentaria. Una vez rota la resistencia de los boyardos, los antiguos nobles, puso en marcha un conjunto de medidas encaminado a destruir el antiguo orden, para que en la vieja Rusia pudiera funcionar la máquina burocrática, técnica y militar que él había visto en su viaje
por Europa.
Obligó a sus súbditos a vestirse a la europea, excepto a los clérigos y campesinos, y también a afeitarse las barbas. A partir del 1 de enero de 1700 reformó el calendario, adoptando el juliano, y más tarde sustituyoó el alfabeto eslavo por otro parecido al latino, a la par que fomentaba la traducción de libros extranjeros. La influencia europea posibilitaría así el surgimiento de una poderosa intelectualidad, integrada por magistrados y miembros de la nobleza. Fundó escuelas, imprentas y laboratorios: en 1703 apareció el primer diario ruso, Vedomosti, y dis décadas más tarde fue instituida la Academia de Ciencias. Hastiado por el viejo Moscú, en 1704 trasladó la capital a San Petersburgo, recientemente fundada en el golfo de Finlandia y orientada a Occidente, como reafirmación de su obra revolucionaria. Todas estas reformas, coincidentes con el soberano desprecio a la oposición de los popes —los sacerdotes de las iglesias ortodoxas—, levantaron a la nobleza y al clero contra el zar. Pedro el Grande fue acusado de irreligioso, de violar la fe de sus antepasados —en 1700 había dejado de proveer al patriarcado y poco después había confiscado los bienes sobrantes del clero—, mientras la secta de los bezpopovchina, intransigentemente nacionalistas, le tildaba de anticristo. Los cosacos del Don y del Volga, fanatizados por el clero, recorrían aquellos parajes en son de rebeldía contra el zar, pero todos fueron sometidos a su yugo. Tal fue el período más crítico de su reinado, pero la guerra que estaba librando contra Suecia le dio al zar el prestigio necesario para seguir adelante con su tarea.

La boyarda Morózova
La boyarda Morózova

La gran guerra del Norte

Tras haber obtenido el acceso al mar de Azov, siguiendo la tradición de sus predecesores, Pedro el Grande se planteó la conquista del Báltico, cuyo acceso le había sido cortado por Carlos XII de Suecia al ocupar Carelia, Hungria, Estonia y Livonia. Para detener el expansionismo sueco, el zar se propuso formar una alianza con Augusto II de Polonia y Federico IV de Dinamarca. Pronto los acuerdos diplomáticos dejaron paso al lenguaje de las armas: en 1700 las fuerzas danesas, polacas y rusas avanzaron contra los territorios suecos en sus respectivas zonas de ataque, dando así inicio a la gran guerra del Norte.
En la primera fase de las hostilidades, la reacción de Carlos de Suecia fue fulminante. Con impresionante velocidad, infligió una severa derrota a Dinamarca, al marchar sobre Copenhague obligando a Federico IV a separarse de sus aliados. Inmediatamente deshizo el ala derecha de la coalición: su ejército abatió a las tropas de Pedro I en la batalla de Narva, el 30 de noviembre de 1700. Pero el zar no cedió en sus propósitos de abrir para su país una «ventana» a Europa, y la derrota le hizo reactivar sus planes de reforma dirigidos a crear un ejército poderoso y europeizado. Con sus flamantes tropas llegó a orillas del Neva y se apoderó de la fortaleza de Noteburg, emplazada en el lugar donde habría de fundarse San Petersburgo. Después de fortificar la isla de Cronstadt, el ejército ruso se apoderó sucesivamente de Koproie, Yarn, Dorpat y Narva. Por su parte, Carlos de Suecia, aprovechándose de las discrepancias entre el rey y la nobleza polaca, invadió Polonia, conquistó Varsovia y derrotó a Augusto II en Klissow. Pero cometió el grave error en que incurrieron también otros grandes jefes militares: quiso asestar el golpe de gracia al oso ruso en sus propios dominios, e intentó la toma de Moscú. Alejado de sus bases, el resultado le fue fatal: en la sangrienta batalla de Poltava, el 8 de julio de 1709, ambos ejércitos se batieron con sus reyes al frente y el plan de operaciones ruso, elaborado por el propio zar, tuvo un éxito absoluto. En Poltava se hundió el predominio de Suecia en el norte y un nuevo astro apareció en Europa. Pedro el Grande.

El emperador de todas las Rusias

Paralelamente a sus hazañas militares, Pedro I emprende la reforma del Estado y, a partir de 1708, comienzan a dibujarse los nuevos órganos, los gobiernos y el Senado, mientras desaparecen las antiguas circunscripciones militares y la duma de los boyardos. Las nuevas instituciones dirigen la administración territorial y local, que Pedro el Grande reforma teniendo en cuenta el modelo sueco. Partidario convencido del sistema mercantilista, el zar preconiza la intervención del gobierno en la economía nacional: un colegio de manufacturas dirige el establecimiento de industrias en el país; se concentra el comercio exterior en el puerto de San Petersburgo; se exige la creación de nuevas industrias y se desarrollan las antiguas, mientras se favorece la explotación de las minas; se instituye un sistema tributario financiero basado en la capitalización y en los monopolios del Estado.
En el aspecto social, las reformas de Pedro el Grande estaban encaminadas a constituir un todo orgánico, pero en la realidad consolidaron un profundo dualismo. Entre los nobles se impuso la obligación de prestar servicio obligatorio en el ejército, la administración o la corte. Así, la antigua nobleza de sangre fue sustituida por la de servicio, cuyo estamento más alto correspondió a la aristocracia de la guardia imperial. A cambio de esta responsabilidad, el Estado concedió a la nobleza el derecho absoluto de mandar y castigar a sus siervos de la gleba, y le confió la percepción de los impuestos. De esta forma, todo un pueblo informe e inculto, el mundo campesino, quedó sujeto a la servidumbre, mientras por otra parte las reformas consolidaban una clase urbana —la alta burguesía de las ciudades— basada en el desarrollo liberal de Occidente.
En la primavera de 1717 el zar realizó un nuevo viaje a Occidente, visitando La Haya y París con el objeto de lograr un acuerdo contra Inglaterra. A su regreso en Moscú el monarca debió enfrentarse a un nuevo complot: el heredero Alejo, apoyado por su madre Eudoxia, y parte del clero tramaba echar abajo sus reformas. Sin demora, Pedro exigió a su hijo que renunciara a los derechos de sucesión y lo entregó a un tribunal formado por 124 dignatarios que lo condenaron a muerte.
Antes de su viaje, Pedro el Grande había iniciado negociaciones con Suecia para firmar la paz definitiva. Ésta se logró por el Tratado de Nystad que concedió a Rusia los territorios de Estonia, Livonia, Ingria y Carelia. A raíz de estos hechos, el Santo Sínodo y el Senado le concedieron los títulos de Grande y emperador de todas las Rusias, en 1721. Al año siguiente, el zar se dirigió hacia Oriente, declaró la guerra a Persia y se apoderó de Derbent y Bakú, al frente de un ejército de 100.000 hombres. Posteriormente se adueñó de Recht y Astrabad, conquistas que le fueron reconocidas por Persia en 1724, con lo cual Pedro dejó abierto a sus sucesores el camino del Asia central.

Muerte de Pedro I

Hombre de carácter violento y aguda inteligencia, que reunió en su persona una clara vocación modernizadora con los acusados rasgos de un tirano oriental, Pedro el Grande murió en San Petersburgo el 8 de febrero de 1725. Le sucedió en el trono su segunda esposa, Catalina I, de origen sueco y oscuro pasado, a quien el zar había hecho coronar dos años antes de su muerte. De sus dos hijas mujeres, Ana se casó con el duque de Holstein, e Isabel también fue coronada emperatriz de Rusia. Los herederos de Pedro recibieron un imperio que se extendía desde el mar Blanco hasta Mazanderan en el Caspio, y desde el mar Báltico hasta el océano Pacífico.

Catalina I de Rusia
Catalina I de Rusia

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