Pedro Sánchez, el nuevo líder socialista, ha cometido en los últimos días dos graves errores que recuerdan los atolondramientos de Zapatero que terminamos pagando los españoles.
El último ha sido ordenarle a los catorce eurodiputados del PSOE, nada más ser elegido, que voten en contra de Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea porque es de derechas.
El apoyo prometido por todos los socialistas europeos a Juncker, vencedor en las elecciones, con 221 de los 751 escaños de Estrasburgo, se debe a los equilibrios de poder en la UE desde su fundación como Mercado Común, hace 63 años.
Siguiendo esa tradición que mantiene Europa unida, los conservadores habían votado ya al socialista Martin Schultz, que dispone de 191 diputados, incluidos los españoles, como presidente del Parlamento Europeo.
La UE es fruto de esa armonía histórica lograda por un continente siempre en guerras, y fundada para evitarlas, precisa y exclusivamente, por los partidos de Juncker y Schultz.
El rechazo de los socialistas españoles a Juncker, además de la traición histórica de un admitido hacer sólo 28 años, se une al de la ultraderecha, a los antieuropeístas y a los distintos comunismos reinventados.
La UE tenía como rivales a los nacionalistas amantes del localismo y enemigos de la cohesión europea, y como gran enemigo político, social y comercial al fracasado Pacto de Varsovia, el Mercado Común comunista, cuyos restos están infiltrados ahora en la exitosa UE para volarla interiormente y con la torpe ayuda del nuevo PSOE.
Esta traición a la historia se añade al otro gran error de Sánchez: días atrás prometió darle a Cataluña tratamiento diferente al del resto de España, algo que no llegó a matizar pero que le facilita nuevas armas a los separatistas.
Graves caídas que exigen estar atentos y muy críticos con el nuevo líder, que podría repetirnos un malhadado Zapatero sin cejas circunflejas, que últimamente hay más zapateros que zapatos.
-------
SALAS