El género autobiográfico no me resultó nunca el más atractivo, no fue el que me ha quitado innúmeras horas de sueño, sino más bien fue el que más me ha repelido por parecerme un ajuste de cuentas con los contemporáneos, una auto-hagiografía, un he-sido-tan-güay-todos-me-quieren-tanto que cuando vi que la tercera parte de las memorias de Ellroy había sido publicada me llevé una pequeña alegría a casa. La figura de Ellroy es interesante: además de haber escrito varias novelas de las cuales han surgido películas como L.A. Confidential o La dalia negra, Ellroy es famoso por su personalidad apabullante. Es incapaz de pasar desapercibido, sus entrevistas son siempre generadoras de polémica, de controversia, de ira. Es un misógino y derechista, católico sui generis. Tremendamente fiero y arrogante, se sitúa a sí mismo por encima de cualquiera de sus contemporáneos ignorándolos totalmente (afirma que en la estantería de su casa solo están los libros que él escribió). Suele compararse a Beethoven, de quien extrae la cita de inicial de A la caza de la mujer:
Agarraré al destino por el cuello.
Pero si leemos bien nos daremos cuenta de que él vive sujeto del cuello por la mano de su pasado: la muerte trágica de su madre a quien trata de encontrar en todas las mujeres que pasan por su vida y que son atraídas por ese torbellino de personalidad megalómana, excesiva e intensa que tiende a refugiarse en la oscuridad mientras no está persiguiendo a otras mujeres a la busca de Ella o montando shows en las presentaciones de sus libros.
Ella: Jean Hilliker, su madre. Alta, pelirroja, dominante. Ya había abandonado al padre de James y le preguntó al pequeño con quién quería vivir. James no dudó: con el padre. El golpe de Jean provocó que el niño se golpeara la cabeza y sangrara. Provocó que él le deseara la muerte. Provocó que él se sintiera culpable de la muerte nunca resuelta de su madre. Provocó que intentara redimirse, desde ese momento, en cada mujer que eligiese -sistemáticamente altas y pelirrojas, sistemáticamente devoradas por su intensidad-.
Aquellas mujeres no habrían podido leerme el corazón. Mi corazón las habría horrorizado.
Aquí, por cierto, una entrevista con Ellroy para The Barcelona Review.