Dos partidos, dos victorias. Es el balance que tiene, de momento, Manuel Pellegrini, desde que aterrizó en Málaga para rearmar a un equipo desmotivado, desorganizado, que ocupaba el farolillo rojo y con un pie y medio fuera de la Copa del Rey.
Ante el Levante pueden sacarse más lecturas positivas que negativas. El equipo empezó con mucha intención, con un 4-2-3-1 bastante compensado. Desde el primer minuto brilló Portillo, jugador del filial que lleva entrenando con el primer equipo toda la temporada y al que Pellegrini ha tocado con su varita mágica. Tan pequeñito como polivalente, hizo un par de trajes a la defensa granota. Salió al final ovacionado como un grande.
Los laterales, Mtiliga y Gámez, han mostrado su mejor versión de la temporada. Apoño sigue buscando su mejor forma y Seba Fernández luchó lo indecible la primera mitad. El Málaga tuvo el control del partido en todo momento, sobre un Levante que salió a defenderse y encomendarse en las acciones de Caicedo.
Sin embargo, el gol llegó en el minuto 63, en una jugada con polémica. El malagueño y granota Juanlu quedó tendido en el suelo cerca del área del Málaga. Gámez siguió con la jugada y el árbitro tampoco mandó parar. El desenlace, un buen gol de Eliseu. Después, Juanlu ni siquiera necesitó asistencia médica.
Sería el marcador definitivo. Muchos centros, dos palos y muchas faltas, pero pocos disparos a puerta. El Málaga logra dejar su puerta a cero, en casa, por primera vez esta temporada. En el “debe” aún tiene mostrarse más incisivo y rematador.