Busto de Miguel Delibes. Fotografías de R42.
Los alumnos y resto de visitantes de la Facultad de Filosofía y Letras de Valladolid disfrutan desde del pasado mes de febrero, y hasta el 30 de marzo, de la obra de una de sus antiguas alumnas, Belén González. Desde la entrada en el hall y a través de los cristales de los patios, resulta imposible desprenderse de su obra, de sus manos y sus bustos, de sus cuerpos y sus pies, de Elisa, de su siempre Elisa. Ella también está aquí, y es que no podía faltar. La artista vallisoletana navega desde la última década del pasado siglo hasta la actualidad, a través de diferentes materiales, madera, poliespán, bronce, escayola… pero siempre sobre el barco de un realismo estático en las formas, apenas dejando sentir a sus figuras.
Las manos de la autora han dado forma a los rostros de las letras castellanas, como Jiménez Lozano, Martín Garzo y, por supuesto, el tristemente fallecido Miguel Delibes. Es en este último donde aquellos que miran los bustos se detienen con calma, quizás para pensar si la caoba de la que está hecho es madera de héroe, en los santos inocentes y en el hereje o en las horas con Mario.
El frío patio de este gris edificio se antoja menos anónimo con las figuras de la licenciada en historia del arte por la UVa. Allí reposan impasibles las formas suaves de las manos y los pies expuestos, sólo una parte del estudio realizado por la creadora, a caballo entre Valladolid y Mallorca.
Esculturas en el patio.
La muestra se completa con un vestido de niña y cuatro rostros de mujer; el de la nadadadora que por sus dimensiones y lugar de exposición se lleva buena parte de las miradas del hall, aquella pendiente del reloj y su hija Elisa, primero bebé y más tarde niña, tal vez pendiente del tiempo. Ninguna de ella descubre sus ojos y hasta la comisura del labio parece inmune al devenir de un alumnado que a veces le corresponde.
No todos miran las obras a su paso, otros dicen haberse parado a contemplarlas y muchos reconocen no saber el nombre de su autora. Sin embargo, la mayoría de ellos expresan agradecimiento al poder disfrutar de obras de arte, independientemente de gustos o preferencias personales. Y es que como aquella figura de Vicente Escudero en Campo Grande, el arte baila entre musas invisibles, que sólo se pueden ver con los ojos cerrados.
Mujer Nadadora, en el hall.
Dafne Calvo
Por afecto o por defecto, pero me encanta el periodismo. Sueño con un mundo dibujado sobre viñetas, donde esté prohibido comer palomitas en el cine.