Revista Viajes
Peñíscola, que cuenta con un importante patrimonio histórico y cultural, fue declarada Conjunto-Histórico-Artístico en el año 1972. Los informes y datos arqueológicos obtenidos en diversos yacimientos de la zona cercanas, confirman que el pueblo ibérico ya estableció en este lugar un primer asentamiento humano, hasta los que se acercaron los primeros mercaderes fenicios, que posteriormente también se establecieron en el lugar, seguidos posteriormente por griegos procedentes de Zacinthos, que bautizaron a la nueva orbe con el nombre de Chersonesos (península), más tarde cartagineses, romanos, bizantinos y finalmente árabes fueron llegando y estableciéndose en los asentamientos de la actual Peñíscola. Estos últimos conquistaron la plaza en el año 718 bajo el mando del general Tarik y permanecieron en la ciudad a la que llamaron Banáskula, hasta 1233 cuando el rey Jaime I, reconquistó la ciudad en nombre de la cristiandad.
En la época comprendida entre los años 1294 hasta 1307, los Templarios contruyeron el actual castillo, sobre los restos de la anterior alcazaba construida por los árabes. Posteriormente, entre los siglos XIV y XV tuvo lugar un singular acontecimiento, conocido como el Cisma de Occidente, que marcaría la historia de Peñíscola para siempre, con la existencia simultanea de dos Papas uno instalado en Roma por ingleses, alemanes e italianos y otro de nombre Pedro Martínez de Luna, popularmente conocido como Papa Luna, que habiendo sucedido con el nombre de Benedicto XIII, a Clemente VII, como Papa de Aviñon y contando solo con el reconocimiento de los reinos de Castilla, Aragón, Sicilia y Escocia, decidió exiliarse en la ciudad amurallada de Peñíscola, estableciendo allí su sede pontificia, hasta el tiempo de su muerte, acaecida el 23 de mayo de 1423. Su sucesor Clemente VIII, segundo Papa de Peñíscola y tras cinco años de papado, finalmente renunció al cargo, acabando así con el Cisma. En los tiempos que siguieron, la ciudad amurallada de Peñíscola fue remodelada, fortificada, asaltada y en ocasiones conquistada en las guerras de Sucesión y en las de la Independencia contra la invasión francesa.
Por suerte estos tiempos de intrigas y violencias han quedado muy atrás y hoy día, la ciudad amurallada y el castillo Templario que sirvió como Sede Pontificia para el Papa Luna, es solo invadida por los numerosos visitantes y turistas que acuden hasta Peñíscola, para disfrutar de sus playas y gastronomía, a la vez que adquieren un poco de cultura histórica y algún que otro souvenir.