Revista Ciencia

Pensamiento y emociones

Publicado el 11 enero 2015 por Rafael García Del Valle @erraticario
<img src="//i0.wp.com/www.erraticario.com/wp-content/plugins/send-to-kindle/media/white-15.png" alt="" title="" width="" height="" data-recalc-dims="1">Send to KindleHay un breve ensayo sobre la doctrina de Epicteto en el que la fil&#243;sofa M&#243;nica Cavall&#233; recurre al pensamiento del estoico para aclarar los frecuentes malentendidos que existen en torno a la relaci&#243;n entre pensamiento y emociones.Cavall&#233; resume en tres las ideas fundamentales de Epicteto.&#160;Primero: no son las cosas las que nos disturban, sino nuestra opini&#243;n sobre ellas.&#160;La causa de las emociones radica en&#160;la forma en que las interpretamos, significamos o valoramos. Y las emociones, a su vez, mueven a la acci&#243;n, usualmente autom&#225;tica:Si nuestra valoraci&#243;n de un hecho es positiva, nos sentiremos serenos, estimulados, confiados, alegres o euf&#243;ricos; si es negativa, sentiremos des&#225;nimo, desinter&#233;s, frustraci&#243;n, verg&#252;enza, culpa, desprecio o ira. A su vez, la valoraci&#243;n emocional provocar&#225; en nosotros un impulso: un movimiento interno de deseo o rechazo, de atracci&#243;n o repulsi&#243;n, y un movimiento externo ordenado hacia el acercamiento o hacia la retirada.Estos opuestos determinan qu&#233; consideramos bienes&#160; y qu&#233; estimamos como males.As&#237;, &#8220;no es posible desear algo que no se haya juzgado previamente como conveniente&#8221;. Pensamiento y emociones est&#225;n conectados. Si se tiende a creer lo contrario, ello es debido a que la ideolog&#237;a, el discurso social y cultural inculcado por las circunstancias, es una programaci&#243;n autom&#225;tica que dirige nuestro di&#225;logo interno. Dice Epicteto:Recuerda que no ofenden el que insulta o el que golpea, sino el opinar sobre ellos que son ofensivos. Cuando alguien te irrite, s&#225;bete que es tu juicio el que te irrita.Segundo: somos libres para intervenir en el &#225;mbito de nuestras representaciones.Con el t&#233;rmino &#8220;representaci&#243;n&#8221;, se refiere al conjunto de juicio, emoci&#243;n e impulso.&#160;Si somos libres al respecto, es porque hay una forma de aprehensi&#243;n m&#225;s profunda que sirve de alternativa al comportamiento autom&#225;tico de la representaci&#243;n, una capacidad para detectar estos automatismos y decidir dejarse o no llevar por ellos.Esta alternativa se caracteriza por: la capacidad para discernir entre las representaciones y lo representado; la libertad para decidir no ser arrastrados por la representaci&#243;n; la capacidad para identificar el n&#250;cleo del ser humano, el aut&#233;ntico &#8220;principio rector&#8221;, y, por tanto, no confundir el origen de la dignidad con otros aspectos que en realidad le son ajenos:&#8216;&#191;Qu&#233; tiene que ver contigo?&#8217; Que &#8216;alguien habla mal de ti&#8217;. &#191;Qu&#233; tiene que ver contigo? Que &#8216;tu padre prepara tales cosas&#8217;. &#191;Contra qui&#233;n? &#191;Verdad que contra tu albedr&#237;o no? &#191;C&#243;mo iba a poder? Sino contra el cuerpecito, contra la haciendita. Est&#225;s a salvo, no es contra ti&#8221;.Tercero: hay una diferencia entre lo que depende de nosotros y lo que no.Lo primero se resume en nuestra capacidad para decidir sobre las representaciones, es decir, c&#243;mo interpretamos los hechos de nuestra vida; lo segundo, lo que no depende de nosotros, es &#8220;todo lo dem&#225;s&#8221;: fama, riqueza, suerte, salud, etc. Estas cosas son indiferentes para la &#233;tica, ni buenas ni malas, independientemente de que puedan resultar m&#225;s o menos apetecibles;&#160;s&#243;lo aquello que puede incumbir al &#8220;albedr&#237;o&#8221; o &#8220;principio rector&#8221; puede ser calificado de bien o mal.As&#237;, por ejemplo, estar sanos o enfermos no depende totalmente de nosotros. Podemos y debemos poner los medios necesarios para cultivar una buena salud y para prevenir la enfermedad, pero hay factores que confluyen en nuestro estado de salud, posibilit&#225;ndolo u obstaculiz&#225;ndolo, que escapan a nuestro control, y nadie est&#225; a salvo de una enfermedad inesperada, de un accidente fortuito o de la decadencia natural de la vejez. Por eso, aunque el bienestar f&#237;sico es un estado deseable, y la salud y la enfermedad pueden considerarse, respectivamente, un bien y un mal relativos, no constituyen un bien y un mal absolutos y, desde luego, no lo son en lo que concierne a nuestra humanidad. No es mejor persona la sana que la enferma. En cambio, el ser humano que acepta serenamente su padecimiento s&#237; es mejor ser humano (m&#225;s fiel a lo m&#225;s elevado de s&#237; mismo) que el que se deja arrastrar por la aprensi&#243;n o el desaliento, que el que adopta aires de v&#237;ctima y hace un drama de su mala salud, o bien, que aquel al que, estando sano y f&#237;sicamente boyante, le carcome el temor ante la enfermedad.Cualquier emoci&#243;n es, por tanto, el resultado de un pensamiento incrustado:En otras palabras, no somos pasivos frente a nuestras emociones; &#233;stas no est&#225;n determinadas autom&#225;ticamente por ciertos incidentes o situaciones, o por factores gen&#233;ticos, fisiol&#243;gicos o temperamentales. Como ya se&#241;alamos, incluso en los casos en que nuestra evaluaci&#243;n inicial de un hecho se pueda considerar involuntaria pues se origina en nuestro instinto de auto-defensa y supervivencia, en alg&#250;n condicionamiento visceral infantil o en cualquier otro tipo de condicionamiento profundo, la emoci&#243;n s&#243;lo se establece y perdura en nosotros si reiteramos sostenida y activamente la evaluaci&#243;n espont&#225;nea inicial.[&#8230;]Como nos hace ver Epicteto, emociones negativas como la depresi&#243;n, la ansiedad, la culpabilidad, la ira o el deseo de venganza est&#225;n originadas en un mal uso de nuestras representaciones; se sustentan en juicios deficientes sobre la realidad y, por ello, son siempre manifestaciones de ignorancia&#8221;.Y hay que tener en cuenta que emociones negativas no son sentimientos como el dolor o la tristeza, sino que se denomina as&#237; &#250;nicamente al &#8220;sufrimiento in&#250;til e innecesario que resulta de la no aceptaci&#243;n de lo inevitable&#8221;.El dolor no es una emoci&#243;n negativa cuando es la respuesta coherente y proporcionada a una situaci&#243;n, por ejemplo, a la p&#233;rdida de un ser querido. La angustia, la desesperaci&#243;n o la depresi&#243;n s&#237; ser&#237;an, en cambio, respuestas emocionales negativas ante dicha situaci&#243;n, pues no se explican directamente por el hecho en s&#237;, sino siempre por la mediaci&#243;n de una determinada y cuestionable forma particular de interpretarlo&#8221;.Es decir, las emociones negativas no son las que provocan impulsos de retirada y repulsi&#243;n, sino las que se fundamentan en la ilusi&#243;n interpretativa que otorga valor &#233;tico, de bueno y malo, a aquello que simplemente es neutro porque no depende del principio rector del ser.Y esto entronca directamente con los cantos de sirena del pensamiento positivo, por un lado, y la pasividad que reniega de toda responsabilidad, por otro:Un espectro de nuestras emociones negativas se sustenta en la distorsi&#243;n cognitiva que nos hace creer que depende de nosotros lo que en realidad no depende de nosotros, es decir, que tenemos o debemos tener capacidad de control sobre aquello sobre lo que, en &#250;ltimo t&#233;rmino y de forma plena, de hecho no la tenemos. Esta percepci&#243;n errada suscita un af&#225;n desordenado de control y de seguridad que obstaculiza la aceptaci&#243;n de lo inevitable: nuestros l&#237;mites, nuestras acciones pasadas, la realidad ineludible de la muerte, el dolor y la enfermedad, la impermanencia de todo lo existente, la impredecibilidad de la vida, etc. En este error del pensamiento se enmarcan estados emocionales que van desde la ansiedad, el temor cr&#243;nico y la preocupaci&#243;n excesiva hasta el p&#225;nico. Las actitudes supersticiosas y algunas formas inmaduras de religiosidad pertenecen a esta categor&#237;a. Tambi&#233;n pertenecen a ella ciertos desarrollos del movimiento denominado &#8220;nueva era&#8221; que sostienen que somos los creadores, ya no s&#243;lo de nuestras actitudes y disposiciones interiores, sino tambi&#233;n de la totalidad de nuestras circunstancias (en una actitud de ingenua omnipotencia que pretende eludir el peso que tienen en ellas los factores gen&#233;ticos, f&#237;sicos, ambientales, socio-culturales e hist&#243;ricos).[&#8230;]Un segundo espectro de nuestras emociones negativas se sostiene en la percepci&#243;n errada contraria, la que nos hace sentirnos pasivos ante situaciones sobre las que s&#237; tenemos capacidad de influir, la que nos impide tener una disposici&#243;n din&#225;mica y responsable frente a aquello que s&#237; depende de nosotros, como, por ejemplo: cuando justificamos nuestras reacciones o emociones negativas diciendo que &#8220;es que somos as&#237;&#8221;, que &#8220;c&#243;mo no vamos a estar desmotivados cuando todo es tan poco estimulante&#8221;, que &#8220;c&#243;mo no vamos a estar deprimidos si el mundo es como es&#8221;; o cuando renunciamos al empe&#241;o activo por transformar las circunstancias personales y sociales injustas o insatisfactorias ampar&#225;ndonos en el car&#225;cter &#237;nfimo de nuestra posible aportaci&#243;n o en el supuesto car&#225;cter inevitable de dichas circunstancias&#160; &#8212;cuando lo cierto es que, si bien estas &#250;ltimas no dependen siempre y totalmente de nosotros, si depende de nosotros intentar cambiarlas en el momento y en la medida en que ello resulte posible y conveniente&#8212;.Comprender la ideolog&#237;a subyacente a todo impulso es el primer paso para no caer en las trampas del tan sugerente h&#225;bito de regirse por las emociones como si de or&#225;culos modernos se tratase, y encaminarse hacia la aceptaci&#243;n final de una realidad en la que, como expresan las cuatro nobles verdades del budismo, el sufrimiento no es una ilusi&#243;n; existe y ha de ser integrado, pues tarde o temprano alcanza a todos.Y en esto, como se recuerda en otra entrada sobre la ignorancia y la infelicidad, el esfuerzo es una necesidad.&#160;La mente no cambia por esperar que as&#237; sea.Para terminar, es inevitable citar en este contexto al budista Matthieu Ricard y su libro En defensa de la felicidad: el tratamiento de las emociones es la forma de liberarse del sufrimiento; no se trata de reprimirlas, pues resurgir&#237;an con m&#225;s fuerza, sino en permitir que se formen y se desvanezcan sin dejar marca. Continuar&#225;n surgiendo, pero ya no se acumular&#225;n y perder&#225;n gradualmente su poder para esclavizar al individuo:Podr&#237;a pensarse que las emociones conflictivas &#8211;la c&#243;lera, los celos, la avidez &#8211; son aceptables porque son naturales y que no es necesario intervenir. Pero la enfermedad es tambi&#233;n un fen&#243;meno natural y no por ello ser&#237;a menos aberrante resignarse a aceptarla como un ingrediente deseable de la existencia. [&#8230;] A primera vista, el paralelismo puede parecer exagerado. Pero, si nos fijamos mejor, no queda m&#225;s remedio que constatar que dista mucho de carecer de fundamento, pues la mayor&#237;a de los trastornos interiores nacen de un conjunto de emociones perturbadoras.[&#8230;]Los estudios psicol&#243;gicos llegan a unas conclusiones opuestas a la idea preconcebida de que dando libre curso a las emociones hacemos que disminuya temporalmente la tensi&#243;n acumulada. En realidad, desde el punto de vista psicol&#243;gico, lo que ocurre es todo lo contrario.Dejando sistem&#225;ticamente que las emociones negativas se expresen, contraemos h&#225;bitos de los que volveremos a ser v&#237;ctimas en cuanto su carga emocional haya alcanzado el umbral cr&#237;tico. Por a&#241;adidura, dicho umbral descender&#225; cada vez m&#225;s y montaremos en c&#243;lera cada vez con m&#225;s facilidad.Al mismo tiempo, las personas capaces de controlar sus emociones, son las que manifiestan un car&#225;cter altruista cuando se enfrentan al sufrimiento de los dem&#225;s. En cambio, &#8220;a la mayor&#237;a de las personas hiperemotivas les preocupa m&#225;s su angustia ante la visi&#243;n de los sufrimientos de los que son testigos que la forma en que podr&#237;an ponerles remedio.&#160;</span>

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