Por experiencia propia sé que el preso, sobre todo cuando se sabe encarcelado injustamente, cuando ha sido sancionado por un supuesto delito que considera como un deber aprendido en los libros de historia, tiene un momento, segundos o instantes de locura que desea gritar, correr, golpear su cabeza contra la pared, porque un minuto de encierro duele como un hierro al rojo vivo que penetra la carne.
Por eso no puedo dejar de pensar en aquellos que abrazan casi tres décadas de cautiverio, que han sido sancionados por intentar devolver a nuestro país la libertad que nos ha sido arrebatada.
Son disidentes cubanos que por clamar la libertad de expresión, han sido castigados y han cumplido tres veces más del tiempo que estuvieron los asaltantes al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba, allá por el año 1953, donde cometieron hechos de sangre.
Me imagino lo que les debe haber dolido en sus almas el saberse olvidados en ese intercambio de prisionero entre Cuba y los Estados Unidos. Fue injusto por parte de todos los que participaron en la confeccion de la lista de los 53.
Resulta lastimero pensarlos, imaginarlos todavía entre alambradas, cuando debieron estar entre los primeros excarcelados.
Me asusta que, aún antes de alcanzar la anhelada libertad para todos los cubanos, ya haya grupos, divisiones en definitiva, aires de facción, que no ayudan al sueño de todos.
Ojalá que la disidencia se estreche en el dialogo nacional que no debemos perder, aunque los caminos sean diferentes para alcanzar lo mismo.
Ángel Santiesteban-Prats
Prisión Unidad de Guardafronteras. La Habana. Febrero de 2015.